No sé si usted ha trabajado en algún lugar con el techo en medianas condiciones. Yo hasta he dormido en alguna ocasión con un cubo junto al cabecero de la cama y la gota cayendo del techo, con ese sonido inconfundible que al levantarme parecía que habían estado toda la noche con un martillo pilón trabajando entre el ojo y el oído.
Pero claro, nosotros no somos los súper importantes, intocables, seres sobrenaturales y especie superior de la clase política que tienen que ir a trabajar al Congreso de los Diputados, lugar que ha estado cerrado dos meses (los que han estado sus señorías de vacaciones, para que se quejen de otras profesiones) y en el que se han gastado tres millones de euros (en pesetas quinientos millones) para arreglar el tejado. Dos días antes del inicio de las sesiones en el hemiciclo el Presidente envío una carta a los medios agradeciendo el trabajo a la empresa encargada de la reforma, pero visto lo visto el trabajo ha sido poco fino (no estoy insinuando nada de la empresa encargada de los trabajos, pero la carta…)
Mientras tanto, sus intocables y superiores señorías reían y hacían chistes sobre el mojarse de los políticos, gracietas sobre goteras y sus consecuencias, mientras tomaban un café con leche (muy relaxin ellos) y sin acercarse al hemiciclo, no vayan a mojarse ellos, que nos tienen con el agua al cuello a nosotros.
Perfecta metáfora la ocurrida esta semana. Mientras el común de los mortales daría lo que fuera por un trabajo ellos, los seres superiores, los que cobran un sueldazo haciendo chistes. La indignación de los demás se la pasan por el forro, ellos mientras no se les mojen sus trajes Armani, sus relojes de miles de euros y el chiringuito no se les venga abajo… ¡pero cuidado, se han detectado goteras!