“Son simpáticas, ¿verdad?”, pregunta Ian Milstein mientras da de comer a un grupo de avestruces en su finca. Pronto, este lugar se convertirá en uno de los pocos centros de interpretación dedicados a este animal en España y Europa, cumpliéndose así el excéntrico sueño de este sudafricano.
El camino ha sido largo, pero por fin cuenta con todos los permisos necesarios y las obras están a punto de finalizar, aunque asegura que no tiene prisa: “Abriremos cuando todo esté listo. Hemos esperado muchos años y no pasa nada por esperar unos meses más”. Sin embargo, espera que la apertura no tenga lugar más allá del mes de septiembre u octubre.
En este centro de interpretación, situado en la carretera de Algeciras, a unos seis kilómetros de Ronda, los visitantes podrán realizar diferentes actividades, todas relacionadas con las avestruces. Desde visitar un museo con objetos fabricados con sus plumas o con su piel, hasta participar en carreras lomos de este ave. Pero lo más importante para el responsable de este proyecto es “que todos salgan de aquí con una sonrisa”.
También las curiosidades y los datos históricos tendrán un lugar destacado en este centro. Por ejemplo, a los visitantes se les explicará que las avestruces fueron usadas durante mucho tiempo en el continente americano para tirar de los carros, al igual que los caballos, o que sus plumas se usan, aún hoy, para muchos de los trajes que se lucen durante el Carnaval brasileño.
La idea de crear un lugar así surgió cuando Milstein, que se trasladó a Ibiza en los años 70, visitó Ronda por primera vez, en 1998, y quedó enamorado. “Pensé que tenía que montar algo aquí, algo único que nadie me pudiera copiar”. ¿Y qué más único que un centro de interpretación de avestruces?
Además, un animal que resulta tan exótico aquí, resulta de lo más común en su Sudáfrica natal, donde abundan las granjas y su carne es una de las más demandadas, por lo que pensó que sería una buena idea acercar la cultura del avestruz a todos los rondeños y los turistas que visitan cada día la ciudad.
De momento, en la finca, de unos 52 hectáreas en total, ya viven unos 18 animales, traídos desde Toledo y la Sierra de Gredos y que ya están siendo adiestradas para que se acostumbren al trato con los humanos. Pero en el futuro, cuando el parque abra sus puertas, la idea es que haya hasta 50. Y cada uno con sus nombres. “Sería muy divertido que tuvieran nombres como Horacio u Osvaldo”, dice entre risas.