Cultura y Sociedad

El mejor amigo para ver el mundo a través de sus ojos

El trabajo de los perros guía hace posible que las personas invidentes lleven una vida más autónoma

Juan Manuel Medina, acompañado por Goofi en uno de sus trayectos.

Goofi camina con paso tranquilo pero firme. Sortea obstáculos y cruza por los pasos de peatones con un cartel que avisa a los transeúntes: “No molestar, estoy trabajando”. A sus casi dos años, este Golden Retriever es uno de los pocos perros guía que existen en Ronda, y desde que era apenas un cachorro fue adiestrado para ser los ojos de su propietario. “Tener un perro guía te da mucha más confianza y seguridad que ir con un bastón y te permite desplazarte más rápido”, afirma orgullosa la persona que sigue cada día sus pasos, Juan Manuel Medina.

A este rondeño invidente, consultor en servicios de accesibilidad y concejal del Partido Socialista en el Ayuntamiento de Ronda, le cambió la vida en el momento en que Goofi entró en su hogar, con solo dos meses. No en vano, juntos han atravesado un duro camino hasta fundir sus movimientos, o hasta convertirse en un “binomio”, como él lo llama, sin fisuras.

El artífice de este proceso ha sido José Luis Rubiales, adiestrador con 13 años de experiencia y actualmente al frente del centro canino Mayoral Can, situado en la localidad de Ubrique. Para este “encantador de perros” de la Serranía, este tipo de adiestramiento es uno de los más arduos y largos, aunque sin duda el que más recompensas ofrece. “Es una gran satisfacción ver que gracias a tu trabajo hay gente que puede llevar una vida más autónoma”, explica.

José Luis Rubiales.
José Luis Rubiales.

El proceso de adiestramiento comienza en el mismo momento en que se selecciona el cachorro que se convertirá en perro guía, una de las decisiones más importantes. Lo primordial, en contra de lo que se suele pensar, no es la raza, sino sus genes. “Buscamos cachorros de padres tranquilos y equilibrados, y descartamos los de padres tímidos y agresivos”, apunta el adiestrador. También hay que asegurarse de que los progenitores no tienen problemas físicos como displasia de cadera o defectos oculares.

Una vez realizada la elección, se comienza por enseñar al animal las normas básicas de casa y a socializarlo para que se acostumbre a convivir con todo lo que le espera ahí fuera: personas, coches, otros perros, gatos, ruidos… Esta es la fase crucial del proceso, ya que de su éxito depende que tengamos un perro equilibrado. Posteriormente, comienza un entrenamiento en obediencia en el que se le enseñan órdenes básicas, como sentarse, tumbarse o permanecer quieto, además de una buena conducta en los lugares públicos, para no molestar a las personas que lo rodean. Este es uno de los pasos que más les cuesta asimilar, ya que las ganas de jugar y la impulsividad propia de los cachorros pueden dar al traste con horas de adiestramiento.

A continuación comienza la prueba de fuego: el desplazamiento por la ciudad. Aquí, el cánido aprende a buscar los pasos de peatones, a señalizar los bordillos, a subir las escaleras a una velocidad adecuada… Y sobre todo, perro y amo deben acostumbrarse a caminar como uno solo: “En esta fase yo aprendo a leer las señales que él me envía a mí y él las que yo le envío a él”, dice Medina.

Sin embargo, no solo son los obstáculos físicos los que ponen a prueba a ambos, ya que en muchas ocasiones las personas también infieren en la labor del perro, la mayoría de las veces por desconocimiento. Y es que, cuando está trabajando, Goofi debe estar concentrado al máximo: “Cuando vamos por la calle no se le debe hablar ni tocar”. En cambio, sí se puede hablar con el propietario, en cuyo caso el animal esperará pacientemente sentado, y si la conversación se alarga más de la cuenta, tumbado. “Poco a poco la gente se va concienciando y va sabiendo lo que debe hacer”, añade. Apartarse de la acera cuando no hay espacio suficiente o no acercarse demasiado cuando se va paseando a otro perro son otras de las buenas conductas de las que todo el mundo debería tomar nota.

Además, cabe recordar que la normativa permite a un invidente entrar en cualquier establecimiento o espacio público con un perro guía, salvo en espacios sanitarios como la Unidad de Cuidados Intensivos, para evitar infecciones. Desde un restaurante hasta una biblioteca, sin olvidar el transporte público y los taxis. “Si alguien se niega a transportar a uno de estos perros se puede denunciar a la policía”, asegura el adiestrador.


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