Opinión

Memoria/Franco (Francisco Pimentel)

Marbella, Fuengirola, Torremolinos, no sé cuantos vamos, familias y más familias que nos ayudamos. Dicen que Málaga está bien defendida pero que hay hacinamiento y falta de todo. No me acuerdo cuando ni cómo, pero nos vemos rodeados por las tropas fascistas. Un mando nos ordena volver hacia Ronda. Nos asegura que Franco ha prometido que podemos volver tranquilos a nuestras casas que no le pasará nada a nadie que no haya cometido delito de sangre. Estamos derrotados, deshechos, abandonados… volvemos… qué otra cosa podemos hacer?

Cuando llegamos a Ronda encontramos nuestra casa saqueada. No hay nada. Dicen que han sido los moros. Aunque también nos musitan que los muebles se los han llevado otra gente. Estamos ya a finales de Enero. Ronda es una cárcel militar, triste, desolada, destruida en sí misma y en sus gentes. Conseguimos alguna cama y alguna ropa. Temblamos de frío, pero sobre todo de miedo. Han matado a mucha gente. Otros desaparecidos. Otros huidos con más suerte que nosotros. Los falangistas dominan la ciudad. Dicen que Ronda es territorio liberado. Que Franco ha aprobado los Consejos de Guerra, por lo que cualquier sospechoso de apoyar o simpatizar con la república puede ser sometidos a juicio militar y pasado por las armas.

De la promesa de Franco ni hablan. Los que sí hablan y mucho son los obispos del sentido cristiano español de la guerra y reconociendo como legítimo al llamado Movimiento Nacional de Franco santificándolo. No se habla de nada. Nadie dice nada. El miedo a todo y a todos. Pero se sabe que los falangistas van a las casas de madrugada y se han llevado a gente. Así he pasado muchas noches esperando que vinieran a por mí. Y así fue. Me cogieron a mí y a mi hijo Pedro. Nos acusan de ser dirigentes del Partido Socialista, de ser unos rojos y de haber hecho todo lo malo que hay en el mundo. Ana llora, grita y tira de nosotros. Los falangistas la apartan de mala manera insultándola. Los niños lloran.

La cárcel está llena de amigos, compañeros, camaradas, la mayoría de mi edad o más jóvenes, muchos casi niños, y mujeres que están aparte. Hay desesperación y horror en las miradas. Nos alentamos pero sabemos que estamos condenados… Ana ha venido como otras mujeres de otros compañeros presos. Cada día somos más. Estamos hacinados. Ana me dice que haciendo un trágala ha ido a Arriate a ver al falangista y le ha pedido que nos saque. Dice que no puede hacer nada por mí pero que intentará lo que pueda por Pedro.

Pasan un par de días. Hay palizas. Muchos son destrozados a golpes. Los falangistas vigilan la cárcel. Nos maltratan. Llegan sentencias de juicios militares hechos en Málaga. Van sacando 40 ó 50 cada noche. Ya no vuelven. Llaman a mi hijo. Tiene 22 años. Ya no vuelve ese día. Mi corazón arde como un volcán. Pero viene al siguiente. Me dice que lo han liberado porque su tío el falangista habló con el jefe de Ronda. Hablamos un momento. No le dejan más. Me ha traido una camisa blanca y ropa.

Dos o tres días más. Todos nos sentimos abandonados. Siguen encarcelando a otros todos los días, también a gente de los pueblos de la sierra. Estamos amontonados en el frío y la suciedad, el hambre, la sed, la fatiga, la desesperación. Se van llevando a compañeros que luego traen a rastras, reventados, sangrantes… ahora me llevan a mí… quieren que firme una declaración preparada por los falangistas en la que yo mismo me acuso de haber cometido delitos inimaginables… me niego… me aporrean… me niego… me golpean… me vuelvo a negar… los golpes son salvajes… me niego… sangro… caigo al suelo… patadas… palos… vergajos… ya no siento nada…


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