En más de una ocasión hemos tratado el mismo tema en nuestras colaboraciones sobre Astronomía en éste y otros medios informativos comarcales y locales, pero siempre viene bien recordarlo cuando se avecina el cambio de horario, sobre todo el de verano, debido a lo que de excepcional que tiene el mismo, por mucho que ya lo consideremos como habitual.
No siempre hemos tenido que cambiar nuestros relojes dos veces a lo largo de cada año. Esto es algo que nos vino impuesto por la Unión Europea allá por el año 1974, argumentando un ahorro energético, por el supuesto mayor aprovechamiento de la luz solar que ello suponía y que, a día de hoy todavía no está demostrado.
Sea como sea, lo cierto es que este fin de semana tendremos una vez más que adelantar una hora nuestros múltiples cronómetros (menos mal que muchos de ellos lo hacen automáticamente) aunque, cada vez más, suenan campanas de que serán las últimas veces.
Consideraciones Astronómicas
Sabido es que nuestro planeta gira sobre sí mismo, de tal manera que se suceden en cualquier lugar los períodos de iluminación solar y de oscuridad (día y noche) alternativamente.
El tiempo de una revolución completa de la Tierra, hemos acordado dividirlo en 24 partes, y a cada una de esos lapsos de tiempo le hemos llamado hora.
Por otra parte, el ecuador terrestre (como cualquier otro círculo paralelo) tiene 360 grados de ángulo que, dividido también por 24, obtenemos husos geográficos de 15 grados de norte a sur de la Tierra. Por tanto, a cada uno de esos husos, corresponde la misma hora solar. Y lo lógico sería que los países o regiones que estén comprendidos en un uso común, tengan también la misma hora oficial en sus relojes. Pero, como comprenderán hay excepciones para todos los gustos, como veremos a continuación.
Historia de la hora
Obviando los tiempos primitivos, en que el Sol, la Luna y las estrellas eran los mecanismos de que disponía el ser humano para medir el tiempo, en la civilización moderna de los últimos siglos han existido muchos cambios en los horarios adoptados por las diferentes regiones del mundo, y de cada una de ellas en distintas épocas de la historia reciente.
Enfocando el tema principalmente a España, podemos decir que a mediados del siglo XIX la hora era distinta en cada región y localidad de nuestra geografía, más o menos ajustada a la hora solar. así, por ejemplo, cuando en Barcelona eran las 12 del medio día, en Madrid pasaban unos minutos de las 11:30. Y fue la llegada del ferrocarril, a final de ese siglo, lo que obligó a unificar la hora nacional, siendo en 1900 cuando se acordó oficialmente dicha unificación, adoptando la hora del Meridiano de Greenwich, que pasa por Castellón de la plana.
Por otra parte, e indiferentemente del horario que tuvieran, algunos países europeos y norteamericanos, aconsejados por políticos y empresarios como Benjamín Franklin o William Willett, decidieron adelantar una hora en verano para, aprovechando mejor la luz solar, poder ahorrar en aceite, carbón y, más tarde, petróleo.
España comenzó a aplicar esta medida en abril de 1918, pero sin continuidad. Sólo se llevó a cabo algunos veranos entre los años 18 y 49 del pasado siglo XX.
Pero antes, en 1940, la hora oficial española (la de invierno, para entendernos) pasó a ser la de Alemania (una hora de adelanto con respecto a la del Meridiano Cero), por motivos políticos.
No sería hasta 1974 cuando de nuevo se plantean muchos países, de Europa y Norteamérica principalmente, el adelanto horario en verano, esta vez por la crisis del petróleo, quedando controlado a partir de entonces este tema por la Unión Europea, en cuanto a sus países miembros, y no a cada uno de ellos por separado. Y así hasta nuestros días.
A modo de opinión
Desde mi punto de vista, el dichoso cambio de hora nunca me ha terminado de gustar, ni de convencer. Menos aun el veraniego. El que nos obligan a hacer este fin de semana, cuando en la noche del sábado al domingo, en teoría a las 2 de la madrugada, tengamos que adelantar una hora nuestros relojes (a las 2, serán las 3), y es porque este horario canicular nos aleja aun más del que por lógica nos corresponde, que sería la hora del Meridiano de Greenwich (GMT+0), como he comentado antes, y que es la que rige en nuestros países vecinos, con los que compartimos el mismo huso horario, como son Portugal, Reino Unido o Marruecos. Su historia, también la he comentado antes.
Pero volviendo al cambio de hora en cuestión (el de verano), es muy discutible que sea necesario: muchas opiniones en favor y en contra han circulado y circulan entre gobiernos, instituciones, científicos, economistas y personas a pie de calle en los 45 años que lleva aplicándose porque, el supuesto ahorro energético que apareja, y por lo que se implantó, no está demostrado, y sí los trastornos sociales, costumbristas y psicológicos que ello ocasiona (sobre todo en los niños y las personas mayores).
Puede que hubiera algo de razón, en tiempos antiguos, en lo de así aprovechar más la luz solar, para aquellos trabajos de interior que necesitaban de ella. No en el campo, donde de siempre se han ajustado a trabajar de sol a sol, fuera la época del año que fuese, y si llovía, se aprovechaba la luz y el calor del fuego en la chimenea, para hacer otras labores). Pero hoy en día, la mayoría de los trabajos en la industria, el comercio, los servicios y la administración, se desarrollan con la luz artificial encendida incluso en pleno día, y la hora que vale es la que marca el reloj.
Tal vez lo que tengamos que cambiar sean los horarios laborales, y nuestras costumbres: levantarnos más temprano e irnos a descansar más pronto.
No obstante, aunque la hora oficial es libre para cada país (dentro de lo razonable, claro), su adelanto o no en verano viene impuesto por la Unión Europea, como ya he comentado antes. Veamos hasta cuando lo mantienen.