En la campaña electoral una de las promesas de Mariano Rajoy fue que harían reformas, que sería un Gobierno reformista y efectivamente, ha sido la única promesa que ha cumplido.
Se podrá dudar más o menos de la necesidad de las reformas, pero no se puede negar que se están haciendo, desde el tema laboral a la justicia, sanidad o educación. Menos la reforma electoral, tan necesaria, o la Constitución para actualizarla tras treinta años, lo van a reformar todo.
Ahora le ha tocado el turno a la Administración local. Ha dejado de lado la reducción de Concejales para entrar a saco en las dedicaciones exclusivas y sueldos. Una reforma que llevará a trabajar para sus Ayuntamientos a muchas personas sin cobrar, reduce las competencias y se las da a… las Diputaciones.
Las Diputaciones son esas mastodónticas administraciones que no vota nadie, los diputados provinciales son escogidos por los propios partidos entre sus concejales en medida a los votos conseguidos en las elecciones locales. Las Diputaciones es ese cementerio de elefantes en el que dan una ocupación (magníficamente retribuida) a los jarrones chinos y concejales con antigüedad para no dejarlos en la estacada (no vaya a ser que algún político tenga que buscar trabajo ¡por Dios!) o también sirve como nido para los cachorros que empiezan y tienen en tan alta estima que les enseñan a vivir del cuento a cargo de la Administración.
En lugar de suprimir el coladero de colocaciones a dedo que son las Diputaciones, les amplían las competencias y les dan más poder para poder seguir con su chollo permanente. Y, como decíamos ayer ¡continuamos para bingo!