Se dice que con los cambios se producen alteraciones de sistemas y formas que a priori conllevan mejoras en los rumbos de las personas y las cosas. Es fácil comprender que la vida es como la vivimos producto de cómo la sentimos y el fiel retrato de nuestra vida es como cada cual cuenta. En general o muy generalmente, hay un victivismo a la hora de contar cada cual la vida que le ha tacado vivir, siempre se culpan a otros de lo que nosotros no hemos podido alcanzar, es como si quisiésemos volver al pasado para poder cambiar cosas y gentes. No son precisamente los que leen periódicos y artículos parte de esos que quieren volver porque la instrucción ya la tienen y solo en la medida que tengan mucha o poca querrán volver o no. Se cambiarían a gente, cosas y actos de la vida vivida pero lejos de cambiar lo que nos rodea sería mucho más beneficioso aprender a vivir, a aceptar las cosas como son, que el cambio sea solo una pretensión, un deseo y no una imposición inexcusable, porque todo no está fuera sino dentro de nuestra cabeza. La concatenación de estímulos y respuestas ocurre solo dentro de nosotros y la permanencia dentro de sí mismo es constante solitaria e intransferible porque estamos condenados a vivir dentro de nosotros mismos. El manejo adecuado de nuestro cerebro nos proporciona la felicidad que es el fin primordial de nuestras vidas.
En muchas campañas políticas solamente se apuesta por el cambio sin aclarar nada, sin finalidad concreta ni programa definido, ya se encarga la mente de cada cual de dibujar un escenario idílico que acabará con sus males sin apreciar que los cambios no siempre son para bien. Obstinados en el cambio hay políticos que aprovechan coyunturas para arrear a las masas a manifestarse aunque sea, como se ha dicho sin programa alguno. El 25 de Septiembre ha salido a la calle mucha gente que quiere independencia y cambios, casi todos son gente que está cambiada o mejor dicho, que la crisis les ha cambiado la vida porque a los que la crisis no les ha afectado se han quedado serenos en sus casas. Todos con seguridad creen que el cambio o la independencia les mejorará porque eso es lo que prometen algunos engreídos amparados en el desamparo de la masa que no es tanta masa si se computa con el total de la población Española.
El empoderamiento que ha emergido en muchos líderes, todos de izquierdas al salir del letargo que han vivido cuando ha gobernado el PSOE, ha llenado las calles y los pueblos en protestas contra una administración que no tiene opción alguna sino arreglar en la medida que se pueda el desaguisado del anterior gobierno. Algunos lideres de poca monta con motivo de la agitación social, descubren en ellos valores que tenían en silencio y letargo y aprovechan la ocasión para abanderar cambios, no se sabe de qué y para qué con el que mucha gente coincide y acatan. La fuerza interior de una persona se convierte en poder cuando otras la toman en cuenta, y descubre su valía para influir en su entorno, es como darse cuenta de que uno vale más de lo que se tienen creído y por ello, las metas se pueden fijar más altas y lejanas.
Lo peor en estos casos son las nefastas consecuencias de cara a terceros que sufren el noventa y nueve por ciento de la gente que desde su casa mira impasible como los agitadores campan a sus anchas con un respeto que brilla por su ausencia. Aunque el término respeto se usa comúnmente en el ámbito de las relaciones interpersonales, también se aplica a las relaciones entre grupos de personas, países y organizaciones de diversa índole, podríamos decir que cuando el acatamiento y obediencia del individuo falla, fracasa el sistema.