… desearon los rondeños hace ahora casi tres siglos. Lo deseaban sus vecinos y también media Andalucía. Era más que un deseo: una necesidad. Las comunicaciones a través de la Serranía se hacían casi imposibles por el formidable obstáculo que representaba El Tajo dividiendo en dos su principal ciudad, la capital serrana. A resolver el problema se pusieron y fue necesaria la colaboración económica de muchas ciudades y organismos que comprendieron la importancia de encontrar una solución.
Esa solución fue un puente a nivel de la meseta pues los existentes resultaban imposibles para los carruajes y muy penosos para las caballerías; qué decir para las personas que se enfrentaban a tamañas cuestas. Se consiguió levantar uno, muy atrevido y tal vez adelantado a su tiempo, que se malogró a los pocos años. Terrible desolación. A superarla se pusieron todos, codo con codo e inteligencia en conjunto. Por fin se levantó el que se convertiría en símbolo indiscutible de nuestra querida Ronda. Este monumento impresionante deslumbró a los viajeros románticos que, con base en Gibraltar, empezaban a descubrir la agreste Serranía de Ronda.
Su monumentalidad no la dan exclusivamente su gran altura, la hechura de sus piedras ni el enclave entre cortados a los que se aferra. Se debe a reunir en un solo conjunto una doble cualidad de monumento, algo inusual: es Puente y también Torre. Como puente es bonito y equilibrado y como torre realmente fuerte y resistente. El arruinamiento de su predecesor les hizo andar con mucha cautela y diseñaron más bien un muro con algunas aberturas que un puente sobre el vacío. Es una obra tan sólida que está a salvo de cualquier desastre. Bueno, no de cualquiera. La ceguera, dejadez, irresponsabilidad, cortedad de miras, egolatrías u otras mezquindades de los que deben tutelarlo por el bien de todos, de la ciudad y su patrimonio, es posible que puedan con él. Ahora vivimos el momento de las ocurrencias.
Lo de las ocurrencias no es flor de este tiempo, pero parece que en estos días se estén agudizando. Se dice desde los púlpitos de los Sentados, mandantes o deseosos de tal, disparates tan bárbaros que es muy difícil creer que lo hagan conscientemente. Y, para colmo, se enredan bajo las telarañas de las guerritas partidistas para rematar la barrabasada. Todo por no contar con un equipo técnico mínimamente aceptable que opine con independencia y seriedad, sin lamer la mano del mandamás o rebelarse ante sus caprichos inaceptables. Y por no querer pedir opiniones imparciales fuera de la órbita cerrada del claustro municipal o estudiar las que ya se dieron y obran en los archivos municipales (siempre en el olvido para la administración).
Pedir opiniones ajenas les parece a los Sentados un reconocimiento de incapacidad, en lugar de una muestra de prudencia y altura. Al faltar criterio, imaginación, compromiso y seriedad se opta por uno de dos caminos. Malo uno, el otro peor. El primero: no hacer nada. Está muy en boga y su mejor valedor recibe de su camarilla el piropo de manejar magistralmente los tiempos. El segundo: prohibir. Recurso de tiranos e incapaces cuyo cacumen no les permite la comprensión del problema y el encuentro de soluciones.
Las hay, muchas aunque parezca lo contrario. Tener un conjunto histórico tan importante como paso obligado de vehículos es realmente problemático. Pero como cualquier problema tiene solución. Algunas ya las propuse a diferentes Sentados en distintos períodos. Lógicamente no fueron aceptadas. No por inaplicables sino por haberlas planteado alguien que no pertenece al claustro ni a los partiditos. Se las diré.
Pero eso será otro día.
Paco Vidal
Genial amigo Quique, hace largo que esperaba algo tuyo al respecto. Incluso he llegado a temer por el aletargamiento de tus ideas, o que te hubiese invadido el hastío que se siente ante tanta mediocridad, pero…de pronto estalla el volcán que llevas dentro, escupiendo coladas de candente lava. Lavas que al solidificarse serán capaces, incluso, de dar forma (tu formación te lo permite) al vial alternativo del que tanto se habla y por el que tan poco se hace.