Es fácil comprender que la vida es como la vivimos producto de cómo la sentimos y fiel retrato de nuestra realidad contada por nosotros mismos. No hay duda; las cosas son como cada cual las ve y no hay nada que objetar; sólo el manejo adecuado de nuestro pensamiento nos proporcionará la felicidad que es el fin primordial de nuestras vidas. Cuántas veces recordamos a nuestra madre decirnos, -niño/a no pienses más en eso, piensa en otra cosa-. Eso, hay que pensar en otras cosas, ver la vida de otra manera. Se puede decir que la navidad es una fiesta muy particular, no por distinta, que todas lo son, sino porque parece que con ella se termina con algo y vienen cosas muchísimo mejores, aunque no por buenas sino por distintas. Lo venidero es algo que está en nuestra mente a conveniencia de cada cual, es como disfrutar en el momento de una felicidad futura que solamente existe en los proyectos de cada cual y aún no han fracasado porque no se han plasmado, luego serán las estadísticas las que cantarán.
Todo el mundo que quiera mejorar tendrá que empezar por reconocer que algo en su vida no va bien, que tiene problemas que necesita cambios. Hay una frase pronunciada por los tripulantes de la nave espacial del proyecto Apolo XIII que se ha hecho universalmente famosa porque con ella cambiaron radicalmente los planes que tenían los americanos en su misión espacial, «Houston, tenemos un problema», dijo el comandante de la nave y con ella ante la alarma en la nave y la estación de control, dejaron inmediatamente de recoger aerolitos del suelo lunar y pusieron todo su interés y medios en regresar a la tierra con vida, cosa que consiguieron finalmente.
En general, hay un victimismo a la hora de contar cada cual la vida que le ha tocado vivir, siempre se culpan a otros de lo que nosotros no hemos podido alcanzar, es como si quisiésemos volver al pasado para poder cambiar cosas y gentes. Lejos de cambiar a cosas y gentes, será infinitamente mejor aceptar las cosas como son, que el cambio sea solo una pretensión, un deseo y no una imposición inexcusable, porque todo no está fuera, también hay mucho dentro de nuestra cabeza. Cada uno de nosotros custodia una puerta del cambio que solo puede abrirse desde adentro. No podemos abrir la puerta del cambio desde afuera con argumentos, criterios o convencimiento de gente que llama desde fuera. El paradigma de fuera hacia dentro genera personas infelices que se sienten sacrificadas e inmovilizadas , concentradas en los defectos de otras personas a los que atribuyen sus propios males. “No solo no estoy loco sino además pienso que todo el resto lo está”, es sin duda el emblema de todo el que no está dispuesto a abrir su puerta desde dentro.
A través de juicios a posteriori llegamos a saber que la felicidad no llega cuando conseguimos lo que deseamos sino cuando conseguimos disfrutar con lo que tenemos, no soñando con el mañana sino viviendo el hoy. Atesora lo que tengas en cada momento de la vida porque el tiempo no espera por nadie. No hay mejor momento para la felicidad que éste. Si no es ahora ¿cuando?. Poco podemos hacer para deshacernos de los condicionantes culturales que nos hacen ser como somos, de las cartas de navegación que tenemos impresas en nuestro cerebro.
Todos sabemos que un mapa no es un territorio, un mapa es solamente una explicación de los aspectos del territorio. Todos tenemos muchos mapas en la cabeza que podemos clasificar en dos categorías principales, mapas del modo en que son las cosas o realidades, y mapa del modo en que deberían ser. Con estas planificaciones mentales interpretamos todas nuestras experiencias. Hacer planes mientras te suceden cosas es solo un resumen de lo que es la vida, es como una concatenación de sucesos que en orden lingüístico podríamos resumir a título de ejemplo:
La plaza tiene una torre,
La torre tiene un balcón,
el balcón tiene una dama,
la dama una blanca flor…