El 11 de febrero se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia que fue aprobada por la Asamblea General de la ONU el 22 de diciembre de 2015.
La historia de la ciencia está repleta de mujeres cuyas investigaciones y trabajos han contribuido en gran medida a la evolución de nuestros conocimientos. La Biología, Astronomía y Medicina han sido las disciplinas más cultivadas por la mujer, seguidas de las Ciencias Naturales, Matemáticas, Física y Química. Pero, la emancipación científica femenina ha sido, y es, larga y difícil.
Las Naciones Unidas invita a todos los Estados Miembros, todas las organizaciones y los órganos del sistema de las Naciones Unidas y otras organizaciones internacionales y regionales, el sector privado y el mundo académico, así como a la sociedad civil, incluidas las organizaciones no gubernamentales y los particulares, a que celebren el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia de manera apropiada, en particular a través de actividades de educación y sensibilización pública a fin de promover la participación plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y las niñas en la educación, la capacitación, el empleo y los procesos de adopción de decisiones en la ciencia, eliminar toda forma de discriminación contra la mujer, incluso en las esferas de la educación y el empleo, y sortear las barreras jurídicas, económicas, sociales y culturales al respecto mediante, entre otras cosas, la promoción del establecimiento de políticas y planes de estudio en el campo de la ciencia, incluidos programas escolares, según corresponda, para alentar una mayor participación de las mujeres y las niñas, promover las perspectivas de carrera de las mujeres en la ciencia y reconocer los logros de las mujeres en la ciencia. (Declaración de las Naciones Unidas).
La Asociación Astronómica Serranía de Ronda “Abbás Ibn Firnás” quiere contribuir en esta celebración recordando, en pocas líneas, la vida de una de las astrónomas más celebres de la Historia de las Ciencias, que es a la vez un ejemplo de superación personal: Carolina Lucrecia Herschel que allanó el camino de la Astronomía a otras mujeres del siglo XIX.
Nació el 16 de marzo de 1750 en Hannover, Prusia (actualmente Alemania), hija de Isaac Herschel y Anna Ilse Moritzen. Su padre, que era músico, procuró una educación polifacética a sus cuatro hijos varones, enseñándoles música, matemáticas, astronomía, filosofía y francés. Por su parte, sus dos hijas, como era habitual en la época, estaban destinadas a las tareas domésticas. Sin embargo, Carolina enseguida mostró interés por las conversaciones que tenían lugar entre su padre y sus hermanos. En su afán de aprender, pronto encontró el apoyo paternal.
Debido a la mal formación que le produjo el tifus a los 10 años, medía escasamente 1,30 m, pronto desistió Carolina de intentar contraer matrimonio. Su deseo de independizarse se vio realizado cuando, a la edad de 22 años, su hermano William la llevó con él a Inglaterra. Allí él tenía la música como profesión y la astronomía como afición. Siempre estuvo muy cercano a su hermana, le enseñó canto y ella logró ser una destacada soprano. Pero Carolina disfrutaba el tiempo libre puliendo espejos para la construcción de telescopios, considerados los mejores de la época, y ayudaba también en la catalogación y revisión de las observaciones astronómicas de William, aplicando para ello los conocimientos matemáticos que había podido adquirir.
En la medida que pasaba el tiempo ella iba profundizando en sus estudios de matemáticas, álgebra, trigonometría y astronomía. En pocos años pasó de discípula de su hermano a colaboradora.
Por justicia, se le puede considerar codescubridora, junto a su hermano, del descubrimiento de Urano en 1781 y dos de sus satélites, debido a que contribuyó con sus trabajos a dicho evento histórico. El rey Jorge III de Inglaterra concedió a William Herschel, por este descubrimiento, un sueldo anual que le permitió dedicarse plenamente a la Astronomía, con lo cual también Carolina tomó esta dedicación. Ella compartía sus investigaciones con sus labores de ama de casa, siendo la primera mujer en descubrir un cometa, alcanzando por ello la fama y valiéndole un sueldo anual equivalente a unos 60 euros.
Realizó numerosos hallazgos de nebulosas, galaxias, cúmulos abiertos y cometas, recibiendo la Medalla de Oro de la Ciencia del Rey de Prusia y de la Real Sociedad Astronómica de Londres. Vivió 98 años y fue una mujer de ciencia que subestimó sus propias capacidades, atrapada en la contradicción entre sus éxitos y las actitudes sociales de la época.