Nuestra vida es un continuo rosario de sucesos aleatorios que en la mayoría de los casos se sale de lo previsto y deseado, llegamos hasta sospechar que vivir es hacer planes mientras que nos suceden cosas, afortunadamente muchas son las deseadas aunque otras, bastantes nos suceden sin quererlas. Desde el punto de vista matemático, un suceso es cada uno de los resultados posibles en una experiencia aleatoria; siguiendo esta óptica matemática nuestra vida está compuesta por una serie continuada de vivencias, que no es otra cosa que la manera de vivir las cosas que suceden, o forma de encajar los sucesos que acontecen. Nuestra existencia es una pura casualidad y sin error a ninguna duda es consecuencia de que nuestros padres seguramente por cosas de la vida, se encontraron por primera vez.
El sino es tan importante en la vida como el destino mismo porque nuestro rumbo va cambiando constantemente por motivos y cosas que no están previstas. Semánticamente, sino, es una conjunción que introduce una afirmación que se opone a una negación y enlaza conceptos que están contrapuestos. Dentro de nosotros existe una constante riña o pugna de contradicciones con las que cohabitamos, es como si siempre a la hora de decidir tuviéramos que optar por una cosa o la contraria sin tener claro qué es lo bueno y lo malo, lo negativo y lo conveniente y ante el miedo a errar, hemos acomodado las contrariedades dentro de nosotros mismo.
“Disfruta tus contradicciones”, refuerza la tolerancia a la disonancia cognitiva con mensajes tales como: “A veces lo más inteligente es hacerse el tonto”, “estar serio me hace reír”, “a veces ser feliz me hace llorar”, “a veces tengo que perderme para encontrarme” y “por qué digo que no me gusta si me encanta”, etc. Estos mensajes incitan a la aceptación de la contradicción, de la paradoja, de la irracionalidad por encima de un razonamiento sensato.
Santa Teresa de Jesús puso, no su granito de arena, sino su saco con su:
-Vivo sin vivir en mí -y tan alta vida espero -que muero porque no muero. ……. -Vivo ya fuera de mí, -después que muero de amor, -porque vivo en el Señor, -que me quiso para sí; -cuando el corazón le di -puso en mí este letrero: «Que muero porque no muero».
En la naturaleza se producen sucesos que tienen apariencia de casualidades pero que no lo son, simplemente no podemos darle la explicación que corresponde.
La explicación de todo la da el conocimiento y lo inexplicable no es por lo misterioso sino por la ignorancia que de ello se tiene, redundando en la definición del mismo misterio. La incertidumbre de los acontecimientos y el devenir de imprevistos producen mucho sin vivir en la gente que acarrea grandes dosis de infelicidad por no poder saber y controlar todo lo que se quiere. La búsqueda de la seguridad nos puede llevar a ser y sentirnos más inseguros porque nuestra capacidad para relativizar se desvirtúa, tener más dinero no significa ser más rico porque éste nunca es suficiente y paradójicamente pretendemos la felicidad con su búsqueda.
Tal y como predice la teoría económica mayoritariamente aceptada, en cualquier lugar, la gente con mayores ingresos tiene una mayor tendencia a afirmar que es más feliz y por ello la mayoría lo cree así. Sin embargo, cuando se contrastan los resultados comparativos entre la gente, el nivel medio de felicidad que los sujetos dicen poseer no varía apenas cuando las necesidades básicas están cubiertas. Cualquiera que haya vivido, como yo mismo, la época de escasez que había en España hace mas de 30 años, puede constatar que más dinero no significa a posteriori mayor felicidad, aunque a priori si lo sea.