Un día más en Casa Juan. Sigue siendo uno de esos locales que nadie sabe cómo sobreviven con tan poca clientela. Pero ahí está. Sólo los dos únicos clientes que suele albergar en los últimos tiempos se sientan en los mugrientos taburetes de la barra; don Luis y Julián.
Ven la tele callados, como siempre. Habla Pablo Iglesias. Dice algo sobre que lo más democrático es dejar a la gente votar.
—Fui el otro día a un pueblo que suelo visitar, cuyo nombre ahora no recuerdo y que me viene ahora a la memoria por esto que dice Iglesias— dice don Luis—. Resulta que allí ganó las elecciones el Partido Popular, pero entre los socialistas, los andalucistas e Izquierda Unida podrían haber formado coalición para quitarles el Gobierno. Los de Izquierda Unida votaron en asamblea para consultar si apoyaban esta coalición antiPP. Salió que no y gobierna el PP.
—Muy sanamente democrático, muy de la CUP— considera Julián.
—Pero menos pomposo— concluye don Luis—. El caso es que el partido hizo caso a sus bases y ahora, solo unos meses después quieren votar otra vez la misma decisión.
—Siguen sus principios democráticos, ¿no?
—Yo creo que no hay nada menos democrático que votar lo mismo hasta que salga lo que tú quieres. “No hay que tener miedo a las urnas”, dicen. Tienen razón. Pero tampoco hay que usarlas para el beneficio propio.
—Ni blanco ni negro, siempre hay grises— contesta Julián.
—Por cierto, en ese pueblo antes podía escuchar la COPE. Que me gusta a mí engancharme los fines de semanas a Tiempo de Juego y ver de vez en cuando qué dice Herrera— recuerda don Luis. —No tenía emisora allí, pero emitía a través de la radio municipal. Ya no se puede. Creo que ponen música y unos informativos un poco raros.
—Pero no es lógico que la radio pública emita una emisora privada, ¿no? —Contradice Julián.
—Puede ser. Pero ahora la radio allí es menos plural— contesta don Luis.
—Bueno, siempre hay grises.
—Siempre hay grises.