Hace ya décadas que de vez en cuando nos desayunamos con el anuncio a bombo y platillo de algún gran proyecto de inversión en la ciudad o la aparición en prensa de algunos de ellos. Este hecho lleva años provocando ilusiones a muchos rondeños y serranos, aunque también disgustos para otros, en especial, aquellos que participan en los colectivos ecologistas de la ciudad.
Unas ilusiones que han terminado, con honrosas excepciones, en sonoros fracasos y con los anunciados puestos de trabajo en un limbo del que ya parece que será complicado que puedan salir.
Aunque no existe ninguna vinculación directa demostrable, lo cierto es que en este tiempo la ciudad de Ronda y su comarca no paró de perder población, caer en el estancamiento económico y volver a cifras de población similares a las registradas en la década de los años 30.
Ríos de tinta se han gastado en escribir sobre las innumerables vicisitudes a las que se han tenido que enfrentar estos proyectos hasta terminar por no hacerse.
En definitiva, mientras en otras localidades se han ido haciendo unos y otros han sido rechazados, Ronda parece haberse convertido en una especie de tumba para grandes proyectos que no terminan de cuajar.
Ahora, en plena crisis y con los inversores privados todavía temerosos, no parece fácil que lleguen nuevos inversores, dejando un negro futuro para Ronda y su Serranía.