Quién de todos vosotros será el primero en desposarme. Os advierto de los celos de la terrible cocotte. Ninguno me habéis confeccionado aún una corona de mirto. Solitarios os veo deambular, guiados por el estéril vientre de la cocotte. Imaginaos mi cansancio por tantos hijos ilustres, sin ni siquiera haber nunca concebido. Lo que más se pareció a un alumbramiento fue hace tanto tiempo que ya he perdido mis instintos maternos. Difícil os sería comparar nuestros bustos, pero sé que su cabeza laureada anda rodando por todas las plazas. Dejadme pues la libertad de escoger con quién comparto mi tálamo.
Quién de vosotros será el primero en dejarlo todo y seguirme. Os prevengo del torpe caminar de la terrible cocotte. Ninguno me habéis confeccionado aún una corona de encina. Solitarios os veo deambular, guiados hasta los áridos senderos de la cocotte. Imaginaos mi cansancio ante tantos hijos eméritos. Lo más parecido a un hijo fueron aquellos sobre los que se decretó certificado de no existencia. Apartados de mi lactancia, fueron promulgados insustanciales ateos sociales. Difícil os será comparar nuestros bustos, pero el único hijo pródigo nunca volvió. Dejadme al menos escoger a quién declaro en orfandad.
Quién de todos vosotros será el primero en dispensar sus cuidados. Os recuerdo el trasnochado arte de la terrible cocotte. Ninguno de vosotros me habéis confeccionado aún una corona de grama. Solitarios os veo retozar, ronzando en los jardines de la cocotte. Imaginaos mi cansancio ante tan ilustre balar. Pero lo más parecido a un salmo fue hace tanto tiempo que hoy sólo escucho gay-trinar. Difícil os será comparar nuestro verso, inmersos como andáis en nubias ceremonias que oficiar. Sé quienes promulgan mi nombre en vano, aunque en vano se proclamen mis hijos. Dejadme al menos elegir en quién prosigo mi saga.
Quién de vosotros será el primero en publicarme. Os auguro ya las fábulas de la terrible cocotte. Ninguno me habéis liberado aún de mi corona de espinas. Solitarios os veo besar mis mejillas, delatada por el índice de la cocotte. Imaginaos mi cansancio ante tantos hijos en olor a santidad. Pero lo más parecido a un alumbramiento no fue hace tanto tiempo y aún noto cerca de mí el calor del hijo arrancado.
Tempranamente fue separado y arrojado al abismo. Difícil os será comparar nuestros rostros, pero el padecimiento marcará nuestro fuero. Dejadme al menos que escoja a quienes adornen mi túmulo.