Mediodía del domingo. Casa Juan está concurrido. La gente ha perdido la costumbre de ir a misa, pero no ha cancelado su cita con los bares.
Don Luis está sentado en una esquina. No es amigo de los bullicios. Son la una y media y Julián entra en el bar. También se lleva una decepción. Esperaba compartir un tranquilo y agradable rato de charla con su nuevo amigo, pero hay demasiada gente. Aun así localiza a don Luis y este le ofrece asiento.
Ayer, se acordó en Cataluña el pacto de Gobierno. El agrio carácter de don Luis está hoy aún más avinagrado que de costumbre. Los bullicios le ponen de mala leche y Julián intenta romper el hielo.
—Vaya sinvergüenzas estos catalanes —dice con intención de empatizar con el tipo.
Pero no obtiene una respuesta inmediata y empieza a pensar que quizás para hacer semejante chascarrillo es mejor quedarse callado.
—Ha sido una maniobra política que puede colar perfectamente como un ejercicio de coherencia absoluta —sienta cátedra el hombre con mal humor.
Julián comienza a darle vueltas a aquella afirmación. Para él, Mas sólo había intentado evitar un previsible descalabro político de su partido en las próximas elecciones. Por lo poco que conocía a don Luis, pensaba que sería de su misma opinión.
Entonces, se hace el silencio y comienza a pensar en aquella frase que lo había abocado al silencio, a la reflexión y a la cerveza que tenía delante. Y tras dos sorbos empieza a entenderlo todo. La CUP no ha investido a Mas, tal y como avisó, y Mas no ha supeditado su presidencia al proceso independentista, que dijo que para él era lo más importante.
—Así es como lo venderán sin duda —afirma Julián con una sonrisa, tras comprender definitivamente el argumento de su interlocutor.
—Amigo, hoy invito yo —concluye don Luis en un inusual gesto afable. Ambos la comparten riendo, mientras en Casa Juan suena Blackstar, el último disco de David Bowie. “¿Qué andará haciendo Bowie, últimamente?” Se preguntan ambos.
