Ya podemos decir que lo de Cataluña es una locura. Un Parlamento que aprueba saltarse la ley a la torera, el Constitucional que suspende esa resolución independentista y un señor que, pese a que dice querer la secesión por encima de cualquier cosa, parece que no está dispuesto a renunciar a su presidencia.
Los ideales de Mas han quedado en evidencia en esta sesión de investidura. Los de la CUP sólo piden su cabeza como condición para formar un Gobierno cuyo único programa sería la consecución de la soberanía propia. Mas rehúsa la oferta, o él o nadie. Y las imputaciones por el célebre “tres per cent” crecen mientras tanto.
Rajoy, una vez mostrada su falta de cintura a la hora de negociar, no tenía otro remedio que hacer lo que está haciendo. Está actuando con cordura, sin que sirva de precedente. Un dirigente en estos momentos no puede hacer otra cosa que mantenerse firme en el respeto a la ley y actuar “con firmeza y proporcionalidad”, como repite una y otra vez. Los presidentes norteamericanos, en su infinita vanidad, a veces toman sus mejores decisiones cuando están acabando sus mandatos. El ejemplo lo tenemos en Obama, sin ir más lejos en el tiempo. ¿Será éste el canto de cisne de Mariano?
Algunos quieren comparar a Cataluña con Kosovo. No veo por ningún sitio división étnica, ni guerra, ni asesinatos, ni siquiera el parecido entre Milosevic y Rajoy, por ejemplo. Por no decir que para ser un país hay que tener una cosa que se llama reconocimiento internacional, es decir, que los países te digan “hola, amigo, eres un país”. Por cierto, que hay países que no han reconocido la independencia de Kosovo aún, como España, por ejemplo.
Hecha la digresión geopolítica e histórica, vayamos al turrón. Un Parlamento no puede saltarse la ley y decidir por su cuenta declararse insumisa ante las leyes del Estado, por poco cariño que nos tengan a los españoles. Los parlamentos están para hacer leyes, no para romperlas. Y si el Gobierno central no cede ni un ápice, tendrán que esperar a que haya otro. Porque eso es la democracia y no hacer lo que nos dé la gana cuando la ley no nos viene bien.