Quien conozca una marcha fúnebre que empiece a entonarla. Hace un mes la prensa local daba a conocer el rechazo de la asociación ecologista Silvema ante el intento, por parte del gobierno local del PP y con el apoyo de APR, de retomar las negociaciones con los nuevos propietarios de Merinos Norte. Estas negociaciones se llevarían a cabo en el mes de septiembre y tendrían como objetivo impulsar nuevamente el proyecto de campos de golf y urbanizaciones proyectadas.
Pero desde hace veinte años nuestra historia y nuestra piel vienen tatuadas por el recuerdo de un desastre urbanístico, de una agresión contra un entorno natural que previamente se había convertido en zona urbanizable. Un área considerada de alto valor ecológico. Una oscura operación llevada a cabo en plena Sierra de las Nieves, en una zona de transición de un entorno natural considerado como Reserva de la Biosfera.
Mediante sentencia, el Tribunal Supremo ratificó la anulación del plan parcial aprobado por la Comisión Provincial de Urbanismo, que fue decretada nula en 2012 por el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía. Por supuesto, una sentencia es obligado cumplirla. Y tomada en sentido literal, se comprometía el equipo de gobierno a acatarla. Pero el imperio de la Ley debe llevar al poder político más allá. Acatar el espíritu de la sentencia es lo que da la talla ética y moral de un gobernante.
Mientras tanto la oposición está en periodo de latencia. No hay una oposición enérgica ante el intento de volver a devastar con campos de golf y urbanizaciones Merinos Norte. Cuando conocemos datos recientes comprendemos quizás mejor el sentido de acciones pasadas. El interés, por ejemplo, de una nueva fuerza política por tener representación en las elecciones municipales. El pago a portavoces de la oposición de una cantidad desorbitada para que tengan dedicación exclusiva. No la Canción de la Tierra, entone una marcha fúnebre si la conoce.
