Por su condición de seres racionales, desde los tiempos más ignotos los humanos tienden a cuestionarse todo aquello que tienen a su alrededor. La motivación de esta introducción cartesiana se debe a que desde que nuestro país entró en la UE nunca se ha cuestionado la conveniencia de pertenecer a tan selecto club, únicamente por el hecho de ser selecto.
Desde hace unos años, por toda Europa corren corrientes eurófobas, corrientes que nacen en cumbres tanto de la derecha como de la izquierda y que son rápidamente tachadas de extremistas y descartadas incluso antes de oírlas.
No quiere decir esto que algunos de ellos, como la francesa Marine Le Pen no defiendan ideas de extrema derecha, o que servidor crea que pertenecer a la Unión Europea es negativo. Sólo me gustaría remarcar que deberíamos contemplar la posibilidad de al menos cuestionar algunas de las ideas relacionadas con la UE y que nos vienen perjudicando recientemente.
Por ejemplo, el hecho de que los países mediterráneos estén asfixiando a sus habitantes menos pudientes, únicamente por mantener la estabilidad del euro. Es el condenado austericidio al que se apunta Rajoy, que tan buenos resultados macroeconómicos consigue, pero que tan nefastas consecuencias acarrea en la población de a pie. Ése es nuestro drama, el de los países ricos es que no nos quieren “mantener” a costa de sus saneadísimas y prósperas economías.
Los griegos han abierto la puerta a decir basta y aunque terminen por ceder parcialmente y permanecer en el euro, comienza un tiempo en el que muchos han decidido que el orden de prioridades establecido debe cambiar y que situar la estabilidad monetaria por encima del bienestar de los ciudadanos ha funcionado hasta que algunos han abierto los ojos.
Nos hemos beneficiado de muchas ayudas europeas en estos años. La PAC, por ejemplo ha estimulado el crecimiento de la agricultura en nuestras regiones. Pero como dicen los viejos nadie da duros a cuatro pesetas y ahora estamos pagando las subvenciones con creces. Igual deberíamos analizar pros y contras y ya que está de moda la palabra, reestructurar nuestras relaciones de servidumbre con la UE.