Hay lo que los ingleses llaman “verdades absolutas” o lo que nosotros decimos que es así porque sí. Es decir, lo que no lleva a discusión “si hay colillas han fumado” es todo.
En eso estamos para decidir cuando llega el verano. No llega cuando vienen las olas de calor, este año dicen que más acentuadas, que nos ponen los termómetros al límite. No es debido, como todos sabemos, al cambio climático, ya que el Presidente Rajoy ha dicho que éste no existe y lo que diga él va a misa, porque ya dijo que hace las cosas como Dios manda y ahí sí que no podemos meternos.
El verano llega cuando empieza el Tour de Francia. A mediodía se harta usted de gazpacho o picadillo, luego se come su postre consistente en grandes cantidades de melón o sandía, pero no de cualquier manera, de esa que los churretes salen por los codos y tienes que darle unas bajeritas a la cocina cuando terminas de comer. Posteriormente te sientas frente al ventilador, la crisis no da este año para aire acondicionado, a ver a los ciclistas correr por las carreteras de media Europa, lo llaman de Francia pero va por donde quiere. Dicen que las mejores etapas de la carrera son las de montaña, pero algunos mantenemos que las mejores son esas en las que sentado en el sillón empiezas a ladear la cabeza, aquí hay opciones como en la política, unos a la izquierda otros a la derecha, los que no creen en esas opciones tan “antiguas” son los que se les suele caer la cabeza adelante o atrás y terminas tapando la voz de Pedro Delgado con los ronquidos veraniegos. Cuando te despiertas tienes que poner rápidamente el teletexto para ver quién ha ganado la etapa, que después nadie se cree que has estado viendo el Tour.
Todas las épocas tienen sus tradiciones, sus verdades verdaderas y absolutas. Igual que en verano hay olas de calor y en invierno olas de frío, es lo que toca.