En el mundo de los número utilizamos símbolos para calcular basados en según qué sistema y métodos empleemos. El sistema decimal que utilizamos habitualmente para calcular, medir y cuantificar, está compuesto por diez dígitos o cifras del 0 al 9 y cada uno de ellos tienen un valor absoluto o relativo según la posición en el número que queramos expresar. El dos por ejemplo si está al final del número representa dos unidades, si está el penúltimo, posición de las decenas representa veinte unidades, si el tercero por el final o posición de las centenas representará doscientas unidades y así sucesivamente.
El sistema binario utiliza únicamente dos dígitos reprensados por el 0 y el 1, y con esas dos opciones se pueden representar todos los números existentes, o sea infinitos, es el sistema con el que actúa un ordenador. Con ese uso y sistema opera igualmente nuestro ordenador, nuestra cabeza la que constantemente está decidiendo a todo momento que si o que no.
Supongamos que vamos andando por el campo y encontramos un río en el que existe un puente que pasa a lo orilla derecha del cauce. Durante unos instantes dudamos si continuar por el lado izquierdo o cruzar al derecho y por cuya decisión ya sea consecuencia de un acto reflejo o voluntario, estaremos obligado a encontrar infinitas cosas, solo las que existan en el lado que hayamos elegido caminar. En el momento que decidimos ir por el lado derecho, hemos impedido explorar las infinitas posibilidades del lado izquierdo, caminos, animales, personas y cosas que ya no estarán a nuestro alcance, opciones con su puerta cerrada podríamos decir. Se puede concluir por ello con toda claridad que siempre, en cada instante de nuestra vida, con cada decisión entre el sí o el no estamos ante una disyuntiva que nos abre y nos cierra infinitas otras posibilidades. Aunque sea muy atrevido decirlo, si por lo dicho, constantemente estamos optando y despreciando opciones en nuestra vida que si bien nos llevan por una calle, despreciamos otra en cada esquina y al final del camino habremos rechazado infinitamente más que lo que hemos tomado. Aunque el silogismo sea solamente filosófico, la conclusión es clara, es infinitamente más lo que ignoramos que lo que sabemos, corroborando lo dicho, me viene a la memoria lo que un amigo me dijo un día, que cambiaria lo que sabe por lo que ignora. ¿Cómo se puede medir algo que se ignora?, ¿cómo se puede cuantificar algo que se desconoce?, ¿Cómo se puede ser tan atrevido de cambiar algo que se tiene y se conoce por algo de lo que no se conoce su valor?. Quizás por saber que nos equivocamos mucho y sopesando los aciertos con los desatinos se concluye fácilmente que siempre es muy poco lo que se sabe. Conociendo lo que se ignora, se evitaría incurrir en errores futuros por falta de conocimientos, aunque no estemos seguros que una vida sin errores sea tan atractiva como esta que vivimos y que solo ella se explica así misma. “La vida es la vida”, concluye todo el mundo cuando se encuentra enredado en el hilo de su explicación.