A mí lo de ponerse a jugar con la tableta me parece que es lo de menos. De hecho diría que es una consecuencia lógica dado el burdo espectáculo que estaba teniendo lugar en el Congreso de los Diputados.
Yo creo que ya no cuela, a mí ya por lo menos estos debates lo único que me dan es vergüenza. En esto se ha convertido la democracia, en un duelo de egos, de insultos y de acusaciones cruzadas sin ningún argumento.
Lo único que interesa es que te aplaudan los de tu bancada, para que parezca que lo estás haciendo muy bien. Esos aplausos están asegurados, no importa lo que digas, los tuyos están hay justificando su sueldo. Y ellos se lo creen, piensan sinceramente que por estar allí sentados e interrumpirte para ovacionarte están justificando su sueldo.
Yo creo que ya hay mucha gente que está harta, a la que ya no se la cuelan, a la que ya le parece una vergüenza esta especie de tragicomedia que es la vida política española. Las cosas tienen que cambiar, no podemos permitir que unos señores se suban al estrado a decir la primera barbaridad que se les ocurra, que otros les aplaudan y que luego encima tengamos que leer análisis estúpidos al respecto.
Esto no tiene sentido. Rajoy hace balance de un país que no existe, Sánchez hace gala de un liderazgo que no posee. El gallego incluso se permite el lujo de valorar la actuación de su rival. Él, ya un experimentado en estas lides de soltar la parrafada para esperar el aplauso. Pensará, “Pedro, has dicho pocas barbaridades y no has estado convincente, estás nominado”.
¿Dónde están los argumentos? ¿Dónde está el debate constructivo? Queremos un debate en el que la oposición diga al Gobierno que aunque casi todo lo que ha hecho está mal, le dé la enhorabuena por algo y tienda su mano a trabajar en conjunto en beneficio del país. Queremos un Gobierno que en el debate se atreva a hacer autocrítica, a decir que no han hecho lo que debían y dar explicaciones al respecto. Que se deje aconsejar por la oposición y trabajen en conjunto. Pero no más debates de los Morancos. Porque los de la Calle de San Jerónimo no tienen ni gracia.
