Opinión

El placer de la “sexalescencia” (José Becerra Gómez)

Un familiar muy allegado a mí me envía un correo con la copia de un escrito con un título singular. Un título que no aparece en el diccionario de la RAE por lo que será en vano que lo busque en sus páginas. Se trata del vocablo ´sexalescencia´. Se refiere a los que se encuentran inmersos en los 60 años de edad o ya navegan por los 70, y trata de reflejar un segmento social con unas particularidades de vivencias propias que ya nada tienen que ver con la adolescencia, término en el cual bebe esta nueva acepción que está tomando cuerpo en nuestros días.

Tengo la impresión de que el remitente, Juan Marín, afincado en Málaga, enamorado fiel de Ronda y con ramificaciones familiares en la provincia (se ocupó durante su vida laboral en la instalación de equipos de computadores, cuando estas herramientas de progreso se asomaban tímidamente al mercado nacional), hace suya esta nueva palabreja que ha hecho irrupción en el panorama lingüístico sin que haya sido aceptada del todo. Lo digo porque se cuenta, no me cabe duda, en ese tramo de la edad de personas que trabajaron en un largo periodo de su existencia pero que ahora, una vez jubiladas, disfrutan plenamente de la vida y han colocado un valladar ante sí para que repele el miedo al ocio y a la soledad.

Como lo hace Juan, estas personas, entre las que también y tan bien me encuentro, manejan los ordenadores como si toda la vida hubiesen estado ejerciendo este menester. En contacto continuo con sus hijos y amistades merced al milagro del e-mail y la videoconferencia, es natural que mire al teléfono de toda la vida como un objeto antediluviano y obsoleto. La `sexalescencia¨ que abomina del concepto un tanto sombrío de sexagenario disfruta de su situación, se encuentran a gusto con ella porque consideran razonadamente los azares a los que la vida les somete: calibran el riesgo y no se lamentan ante el infortunio: lo aceptan, reflexionan serenamente sobre él y se disponen a superarlo sin vanas lamentaciones.

Lo interesante de los que viven su `sexacelescencia´ con gusto es no añoran ni tienen aspiraciones que escapan de sus posibilidades. No envidian a quienes relumbran en los deportes o sienten envidia del buen ver de un astro de la pantalla. Tienen otro afanes: pasear cada día ya sea bordeando la montaña, ya paseando por la Alameda del Tajo o  culebreando al borde del mar, disputándole el terreno a las gaviotas. Y disfrutar del amor de los suyos y de la empatía que le merecen sus amistades, o sea ponerse en la piel de los demás y compartir sus sentimientos. Ser espectador mudo de un amanecer glorioso o de un anochecer con cárdenos tintes en el cielo colma las esperanzas de cada día.


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