Parece que fue ayer cuando estábamos tomando las uvas para dar la bienvenida a 2.011 y resulta que ya tenemos preparadas las celebraciones para recibir un nuevo año. Para algunos habrá sido un año magnífico, eso de “virgencita, virgencita, que me quede como estoy” pero otros, en cambio, estarán deseando que llegue 2.012 para dejar atrás un año desastroso del que querrán borrar hasta el número de su memoria.
El año que está a punto de entrar es un año curioso, no por su nomenclatura, ya que no tiene nada de especial; no es capicúa, no es terminación de decenio ni milenio, no es siquiera de lustro, pero sin saber por qué se ha convertido en una fuente de predicciones y de profecías como casi ningún otro. Dicen los Mayas, que para esto de las profecías son unos mijitas, que el mundo se va a acabar en 2.012, algo con lo que no están de acuerdo otros adivinadores y pensadores de lo que está por venir, es más dicen que dicha profecía está mal interpretada y que será otro año, no sabemos si lo dicen para tranquilizarnos o para decirnos luego “inocentes, que os lo creéis todo….”
A ciencia cierta no sabemos si el mundo acabará el próximo año, pero lo que sí es seguro es que van a acabar muchas cosas, a saber: eso de la sanidad gratis total…sa´cabao, lo de tomarse una cervecita con tapa….sa´cabao (si acaso sin tapa y rapidita) que para eso el salario mínimo interprofesional lo hemos congelado por el bien de todos (los empresarios, se supone) lo de tener puentes…sa´cabao que va a ser eso de un país donde las personas puedan disfrutar de días libres, a juntarlos y a rechistar poco, que tanta protesta molesta a los vecinos… Y así podríamos seguir con cortes y recortes, pero por ahora vamos a esperar a marzo (que hay elecciones).
En fin amigos, no quería ni quiero aburrirles en mi última columna del año, así que espero que disfruten de la despedida y la entrada del nuevo año. Seguro que algo bueno traerá para todos, pidámoselo a los Reyes de Oriente y verán como sí. Feliz Año.