Rajoy, es evidente, apunta en otra dirección; no es la del presidente que ya es historia y sus acólitos en el Gobierno. Un gesto inicial: ha jurado ante la Biblia la Constitución y ante un crucifijo, obviando la promesa que hicieron suya González y Zapatero. Para muchos españoles el juramento del político gallego encierra un gran significado, y más que ser propio de la derecha, como malintencionadamente se ha dicho, señala un sentimiento cristiano que quieras que no prepondera en nuestro país y es consustancial con muchas conciencias.
Por otra parte es esperanzador que afirme que no descansará hasta que el fantasma del paro empiece a dejar de aletear sobre las cabezas de millones de españoles y de familias que sufren su flagelo. Ha puesto el acento en ir ganándole terreno al desempleo por encima de otras cuestiones que muchos de los españolitos de a pie consideran de menor enjundia, aunque sean también de importancia capital para la economía del país. Hay otra dirección, otra forma de ver las cosas, otra manera de actuar que hará suya el equipo ministerial recién nombrado con curriculums que no pueden sino suscitar admiración y entusiasmo.