El partido se presentaba como el más importante de los últimos años. Llevaban años luchando por mantener la categoría, no era para menos, muchos dependían de él para seguir o tendrían serios problemas de subsistencia. Unos días antes los nervios hicieron que varios de los más importantes jugadores tuvieran tarjetas y estaban al borde de la suspensión, pero aún así continuaban en la lucha.
Horas antes del partido el capitán comunicó que era mejor que no jugara, no estaba en condiciones de aportar mucho, mejor lo vería desde el banquillo. Para colmo nada más comenzar se metieron no uno, sino dos goles en propia puerta. A pesar de ello salieron a pelear la segunda parte, a darlo todo, no podían perder, ni siquiera empatar. Al equipo rival le bastaba con mantener lo que habían conseguido casi sin hacer nada ya que se encontraron con dos goles a favor y muy cómodos ante la debilidad de los que tenían enfrente que corrían y corrían, pero sin rumbo fijo.
Esto que le sucedió a un equipo de fútbol es parecido a lo que le ha sucedido al PSOE. Se ha presentado ante las elecciones con un capitán tan debilitado que ni siquiera se le esperaba, el sustituto ha intentado recuperar pero era una quimera. Al PP le bastaba con seguir con su discurso ¿para qué entrar en profundidades? Lo tenían ganado antes de empezar, manteniendo el control estaba todo hecho, como así ha sido.
Y lo peor para los socialistas es que aún les queda la prórroga, tienen ante sí el reto de mantener el Gobierno de Andalucía, el penúltimo que les queda y en el que no han perdido nunca, pero cada vez lo tienen más lejos y más difícil. Ni un atisbo de crítica, la culpa siempre es de otros (crisis, prima de riesgo, bancos…) Han perdido 700.000 votos, eso no es sólo por causas externas, pero aquí ni dimite nadie ni se espera que lo haga en los próximos días. Prietas las filas y a seguir adelante, hasta el carajazo final.