Dice la canción que todo arde si le aplicas la chispa adecuada, y la letra se vuelve dogma si se trata de la ya de por sí flamígera vida política municipal. Y esta chispa ha resultado ser el Eroski. El último pleno municipal, celebrado de forma extraordinaria y precipitada, volvió a poner de relevancia las grandes diferencias que existen en el PSOE rondeño. Tanto es así que en comparación el Partido Popular parece el grupo más unido del mundo.
Sin embargo, no fue el propio pleno, en el que se votaba el cambio de titularidad de la empresa constructora, lo que más enjundia ofreció a los que nos dedicamos a esto de informar, sino el episodio que se vivió antes entre Marín Lara y el supuesto sector crítico socialista: Juan Fraile, Antonio Aranda y Encarnación Narváez. El encuentro que mantuvieron puede marcar un antes y un después en el devenir político del equipo de gobierno de la ciudad y lo marca de hecho dentro del grupo municipal socialista que ayer quedó dividido en dos partes claramente diferenciadas.
La reunión entre el alcalde y los tres concejales díscolos, disconformes en el rumbo que toma la política socialista en ciertos aspectos, se tornó en discusión, y cuentan que fue subiendo de tono de tal forma que llegó a bordear en algunos momentos la pelea callejera. No se llegó a las manos de milagro, y no fueron precisamente piropos los que uno y otro se regalaron. Se abre así una brecha irreconciliable entre el primer edil y el que fuera durante muchos años sancta sanctórum de los socialistas rondeños, Juan Fraile, que solicitaba a Marín la suspensión del pleno convocado por este último.
Ante la negativa del alcalde y el dilema de los tres ediles descarriados entre romper la disciplina de voto o no asistir a la sesión, decidieron esto último, aunque la imagen de los tres sillones vacíos resulta aún más elocuente de lo que hubiera resultado su voto en contra.
