Comienzo este artículo conforme cierran las urnas en las distintas agrupaciones socialistas de la Comunidad de Madrid y empiezan a conocerse los primeros sondeos de opinión realizados entre sus militantes. La paridad en las opiniones es estrecha y parece que los militantes se han decantado casi “fifty-fifty” por ambos candidatos. Si alguien se destaca en estos primeros sondeos es Tomás Gómez, quien capitalizaría así el voto de la militancia de base; ya saben, esa con la que nadie cuenta hasta que llegan las elecciones y los miembros del politburó del partido les piden el esfuerzo de ir de interventores en una mesa electoral mientras ellos permanecen cómodamente reunidos en la sede del partido.
Nueve horas, treinta minutos de la noche. Los primeros resultados oficiales apuntan como ganador al contestatario Tomás Gómez. Apenas una hora más tarde la edición digital del periódico El País ya avanza los resultados definitivos bajo un elocuente título: “Tomás Gómez vence a Zapatero en Madrid”. Casi al mismo tiempo, el resto de diarios digitales comienzan a hablar del “postzapaterismo”, en una lectura unánime de que a Zapatero ya no le quieren ni en su propio partido, donde su “autoridad” como Secretario General ha sido derrotada. Junto a él, han caído también parte de su Estado Mayor, Blanco y Rubalcaba entre otros. Se siente especialmente lo de éste último, pues la lucha antiterrorista quizás sea lo único en España que en estos momentos parece que va bien.
Madrid se ha rebelado contra los deseos de José Luis Rodríguez Zapatero, a quien le ha reventado en la cara un problema interno que pone en cuestión su liderazgo en la etapa más delicada desde que, en julio de 2000, se hizo cargo del partido. Las primarias celebradas en Madrid han dejado al Presidente del Gobierno malparado, y el experimento sólo ha servido para sacrificar a Trinidad Jiménez, uno de sus ministros mejor valorado. El secretario general del PSOE, al que hasta ahora los suyos han seguido sin rechistar por mucho que rectificara, ha sido desautorizado por los propios militantes socialistas de Madrid, en coincidencia con los datos de las encuestas que muestran que la fidelidad de voto del PSOE ha caído en picado.
Como digo, los resultados de las primarias de Madrid acuñan un término nuevo: “postzapaterismo”. Toda crisis tiene un final, y esta, como otras anteriores, también pasará, aunque no sabemos cuando ni a cuánto ascenderá su factura en términos de paro, de hundimiento económico o de crisis social. Quedarán más cicatrices: la crisis incidirá también en el peso de España en el mundo. Canadá, Rusia e India, por ese orden, adelantarán al PIB español este mismo año, (-según datos del Fondo Monetario Internacional-). Brasil ya lo hizo en 2008. España cae así al duodécimo lugar por volumen de riqueza, que se convierte en decimotercero si se mide en paridad del poder adquisitivo de sus ciudadanos (un método que refleja lo que se puede comprar por unidad monetaria, un euro o un dólar, en cada país).
Los datos del FMI desmienten una vez más a Zapatero y a su equipo económico, porque el PIB español seguirá cayendo este año un 0,3% y en el próximo apenas logrará remontar el 0,7%, -lejos de los pronósticos del Gobierno (1,3%) y por detrás de todas las grandes economías-. Pero además, el Fondo anticipa que España no alcanzará antes del 2013 un crecimiento del 2%, la frontera a partir de la cual un país empieza a crear empleo de forma apreciable.
En la situación actual, convocar elecciones anticipadas sería un gesto de responsabilidad hacia el país, y puede que hasta permitiera a los socialistas recortar la enorme distancia que actualmente les separan del Partido Popular en intención de voto, según reflejan las encuestas. Para el PSOE todavía puede ser peor si al final del mes que viene pierde el poder en Catalunya, como se pronostica, porque la gente ya pasa de programas y utiliza las elecciones, -sean las que sean-, para dar un voto de castigo a Zapatero. Si aguanta hasta entonces, las autonómicas de la Comunidad de Madrid pueden ser la hecatombe socialista. En las encuestas que se barajan, al día de hoy el PP doblaría en escaños al PSOE (71 a 35).
A pesar de los negros augurios que tan mal pintan para los socialistas, todavía queda por la calle algún iluso que te dice que “eso le pasa a Zapatero por ser demócrata y buena gente” (sic). Lo de “buen gente” puede ser una virtud apreciable cuando hablamos del vecino de enfrente, al que le pedimos el favor de que nos riegue las macetas cuando nos vamos de vacaciones; pero para ser Presidente del Gobierno se exige algo más: se exige que sea capaz de crear riqueza en vez de arruinar al país, y si no puede, que al menos tenga la responsabilidad de marcharse antes de que sea demasiado tarde. Entre tanta calamidad, un rayo de esperanza: Si Zapatero no se va, al menos le echarán antes sus propios compañeros.