Opinión

Hombro con hombro (Lucas Gavilán)

El tercer presidente de los Estados Unidos, Thomas Jefferson, mostró una inquietud y preocupación que a la postre ha resultado profética, cuando dijo en 1801 que las instituciones bancarias podían resultar más peligrosas para nuestras libertades que ejércitos enteros listos para el combate. Dijo que si el pueblo permitía algún día que los bancos privados controlasen la moneda, los bancos y todas las instituciones que florecerían en torno a ellos, privarían a la gente de toda posesión, primero por medio de la inflación, seguida por la recesión, hasta el día en que los ciudadanos se despertasen sin casa y sin techo sobre la tierra de sus antepasados. Supongo, que cómo él era político, nunca pensó que un día futuro una nueva clase política desprovista de ética, suprimiría los mecanismos de regulación, y entregarían el mundo en una bandeja de plata a bancos y grandes grupos empresariales dispuestos a saquear todo a su paso, armados de codicia y rapiña.

Lógícamente una situación así, genera una inmensa bolsa de pobreza, y lo que es aún peor: de humillados. La gente se siente engañada. Tienen que hacer frente a préstamos e hipotecas que no pueden pagar porque han perdido su trabajo. La felicidad artificial y contra natura de la sociedad de consumo se torna ahora en autentica desesperación y humillación. El estado mental del humillado puede ser terrible y muy doloroso. Saberse derrotado, entender que el destino ha dejado de contar con uno, permite desconocer límites y negar o violentar un orden impuesto por otro que lo ha llevado al paro y a la desolación. En este caso el otro es quien posee y denigra. Su palabra y su ideario pueden ser cuestionados y negados. Si se sabe que la ausencia de presente determina la imposibilidad de futuro, ¿por qué someterse a los dictados de quienes ostentan el poder económico y político?. El humillado está legitimado para mandar a la mierda a todos aquellos que activa o pasivamente ocasionaron su ruina personal.

La realidad de los humillados es dolorosa por veraz y por ser, en muchas ocasiones, insalvable. El mundo está habitado cada vez más por seres humillados cuya historia y cuyas tierras carecen de escritura y de geografía. En ocasiones es difícil entender los límites del sufrimiento y de la tolerancia. Son quizás los años acumulados y la ausencia crónica de esperanza como modus vivendi los que determinan que la mayoría de los humillados permanezcan en su sitio sin rebelarse, sin salir, sin violentar con más frecuencia a quien tanto los insulta.

Es cierto que uno se acostumbra a muchas cosas y que muchas costumbres, aunque dolorosas, se asimilan y se aprenden. Todo eso es cierto, pero pienso que las brechas entre humillados y humilladores se han incrementado tanto que llegará el momento en que el sutil equilibrio ente unos y otros, reviente. Quizás entonces será innecesario crear más sinónimos para describir la vida de los humillados. Y será innecesario porque esta civilización hedonista, consumista, permisiva y relativista, llegará a su fin, y otra ocupara su lugar, tal y como esa vieja maestra casi olvidada que es la Historia nos enseña. Mientras tanto, muchos de nuestros políticos, sobre todo los que cada día se cruzan con nosotros por la calle, van a lo suyo y hacen como si no pasara nada. Cómo si así se pudiese arreglar tan gigantesco problema. Pobre rondeños, pobres españolitos y pobre Civilización Occidental. Vamos a acabar como el Gallo de Morón. Soy consciente de que mis palabras, como las de muchos otros, caerán como siempre en saco roto; pero vuelvo a decir una y otra vez lo que ya he dicho en muchas ocasiones: Ahora más que nunca es vital e importantísimo llevar a cabo un gran acuerdo social y político en el que todos los vecinos participen sin distinción de ideologías. La difícil situación que atravesamos hay que arreglarla juntando hombro con hombro, y no cada uno barriendo para casa, cada vez más distanciados y ofuscados. Esta crisis hay que afrontarla juntos y unidos, de lo contrario podemos estar sentando las bases de futuros problemas. Pero como siempre el primer paso debe darlo el que ostenta el poder. En sus manos está.


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