Opinión

En un barco en la isla de Saaremaa

Manuel Giménez.

La única manera de llegar hasta la reserva natural de Sorve, en la isla de Saaremaa, es a través de un barco que permite la comunicación un par de veces al día sin horario fijo con el borde más occidental de Estonia.

Entre algún que otro turista cuya nacionalidad es imposible de averiguar a través de la lengua que usa, sobre todo camioneros que conducen armatostes vacíos y paisanos con coches demasiado modernos para el aspecto de habitantes de la URSS, nos metemos seis españoles de lo más granado, entre los que contamos dos tíos de Ronda, un salmantino y tres albaceteños.

Por su situación estratégica, a lo largo de la historia, daneses, alemanes y soviéticos han intentado hacerse con el control,  sin embargo, los habitantes de estas islas son algo así como el poblado de irreductibles galos, con su Asterix particular, que debía poner finos a los daneses a estacazos. Desde luego, no me extraña, porque si en el mes de abril hace un frío indecente, no quiero imaginarme cómo será la cosa en enero.

Con este panorama, nuestra máxima preocupación es saber cómo vamos a subsistir.  Para pedir cerveza a los lugareños no esperamos tener problema, el lenguaje de la birra es internacional, pero hay un a especie de gelatina de arenque que te meten como almuerzo a la que te descuidas y que necesitamos a toda costa evitar.

Sin embargo, sólo tenemos que pedir la primera cerveza para que nos acompañen una sopa de tomate cuyos ingredientes nos desglosa la tendera en un inglés solvente.

Alucinante su nivel en la lengua de Churchill, cuando la señora parece ser la hermana mayor de Thor. A partir de ahí, incluso un granjero malencarado que nos abronca por meternos en un espacio de acceso prohibido al borde del mar nos larga el discursito en inglés.

Es curioso que aquí el personal controla todas las lenguas de la zona. Los jóvenes hablan suomi, estonio, letón y ruso, además de inglés, como poco. A nosotros esto nos sorprende tanto como a ellos que nosotros seamos incapaces de hablar portugués, italiano a la perfección. Lógica no les falta.

Casi al mismo tiempo, nos van llegando las noticias de los cambios en el gobierno en España. Son los nuevos nombres cuyo destino es traer el cambio de rumbo de la crisis horrorosa que estamos sufriendo y que se está llevando a todo el mundo por delante.

De primeras me sorprende que el Ministerio de Fomento vaya a dirigirlo un señor cuyos logros académicos consistan en haber llegado hasta mitad de primer curso de Derecho. Esta crítica se la he escuchado a algunos tertulianos en la radio y me parece que no tiene falta de lógica. Es cierto que muchos de los más importantes empresarios del mundo no tienen estudios superiores, pero en estos casos se trata de superhombres hechos a sí mismos, capaces de crear imperios tipo Inditex. Y no creo que D. José Blanco sea uno de estos. No me imagino a ninguna empresa del tamaño del Ministerio de Fomento en manos de este señor, por lo que no entiendo que se le deje jugar con el dinero de todos nosotros. El segundo caso, el imagino que ya expresidentes de la Junta de Andalucía. Probablemente este señor fuera una pieza importante del gobierno González de la primera huelga general, pero hoy creo que ha pasado demasiado tiempo de vivir en la realidad cotidiana como para pedirle que entienda qué pasa en el mundo pacato del día a día. Desde siempre, el retiro dorado de los políticos a quienes se les debe agradecer algo (no valoro si este es el caso o no) es el Parlamento Europeo. Con las elecciones de este año, lo tenían bastante fácil, no entiendo qué pueda haber pasado.
Voy pasando por delante de los viejos del lugar y me imagino a la amable señora, hermana mayor de Thor, como ministra del ramo. Como en España, pero en estonio. Contra la crisis, todo vale.


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