El primer tramo de la calle Espinel se va a obrar de nuevo. La obra es de poca monta, pues se van a respetar las aceras y el empedrado y sólo se van a cambiar las losas de ambos lados del mismo, que son las que están hechas cisco. Tal apaño se le va a dar al tramo para que se vea decente a los ojos de los que nos visiten en la feria de septiembre, pues los rondeños ya hemos sido testigos y sufridores de la chapuza que se ha hecho en toda la calle. Ahora queremos lavarle la cara para nuestros visitantes, como cuando se hace en casa la limpieza de la suegra.
La delegada de comercio, lista ella, ha ido uno por uno a cada comerciante de la calle, informándolo de las obras que se van a acometer, dando por hecho que se empezarán de inmediato y que significarán poco perjuicio para ellos, porque, esta vez sí, se harán lo más rápido posible, sin cerrar las tiendas y a cinco metros diarios de losetas puestas (espero que bien puestas, que las que hay, no se han roto por malas, sino por malos que son los que las pusieron), y en fin, que todo irá a las mil maravillas. Ningún comerciante se ha quejado.
Todos han bajado la cabeza y han estado de acuerdo, a pesar de que la delegada afirmó públicamente, y sigue afirmando, que se harán las obras cuando los comerciantes digan. Será que les viene bien que se hagan en estas fechas, y por eso callan; y el que calla, otorga. Lista la delegada, digo, porque si llega a reunirlos a todos juntos, se hubiese revelado alguno que otro, y la cosa habría tenido un poco más de tarea que la de dedicar cinco minutos para informar a cada comerciante, como si de la consulta del médico se tratara.
En ese tramo de calle los meses de julio y agosto son los más productivos. ¿Por qué creen ustedes que abren muchos de los negocios de esa zona todos los domingos del año? Pues no es por gusto, sino porque la calle se llena más que los lunes por la mañana, porque hay más turismo, y se vende más. Pues bien, podría decirse que en esos meses de julio y agosto todos los días son domingo. Se haga lo rápido que se haga, afectará a muchos de los comercios de la zona, por no decir de toda la calle; y es de suponer que podría haberse pensado en otra fecha más conveniente para todos, sabiendo el ayuntamiento, como sabe, que estos meses son los de mayor afluencia de turismo, de ese turismo del que vivimos, a la ciudad. En estos tiempos de crisis en los que el trabajo es difícil de mantener, en los que muchos de los que trabajamos en el comercio estamos reduciendo gastos y, a consecuencia de ello, reduciendo personal, sería lo inteligente proteger al comercio aún a costa de la belleza de la ciudad. Eso sí, los cargos públicos que viniesen a Ronda verían entonces, a todas luces, la ineficacia de un ayuntamiento que tiene de pena la calle principal desde hace años, esa que sorprende a todo el que llega de cualquier parte por su alegría y su cantidad de gente. Ustedes mismos habrán oído decir alguna vez que una calle así no se encuentra en ningún sitio. Pero que Ronda esté bonita en ferias, para rondeños y visitantes, no es labor de un día ni de veinte, es labor de todo el año, por parte del ayuntamiento y de todos.
Los comerciantes de esa calle deberían haberse reunido con la delegada, haberle expuesto su sentir común y haber exigido llegar a un acuerdo. Y ella los tendría que haber convocado a todos juntos en una reunión en la que debatir pros y contras. Esto habría sido voluntad de diálogo por ambas partes. Siempre se podría haber buscado una solución de consenso, porque en una democracia, juzgar lo que es bueno para todos y expresarlo en una puesta en común es lo que dicta la razón. Aquí, por ambas partes, se ha perdido una oportunidad de ejercer la democracia. Se harán las obras, pero a mi entender no es razonable acometerlas en este momento. Sin embargo, esto no es más que mi opinión. Ustedes juzguen por sí mismos.