La noticia de la muerte de una niña de 13 años en la vecina localidad de Arriate ha convulsionado a la opinión pública de toda la comarca y con seguridad de toda España. Este episodio debe hacernos reflexionar sobre qué está fallando en una sociedad en la que hechos tan lamentables como este han pasado de ser sucesos absolutamente aislados a convertirse en noticias que desgraciadamente se suceden con inquietante regularidad.
La muerte de una pequeña de 13 años no sólo deja hundida en la tristeza a una familia que vive por segunda vez un hecho violento en sus propias carnes, sino que deja tocados a todos aquellos que apuestan por un mundo más llevadero y sobre todo menos agresivo, agresividad que desgraciadamente está progresando de manera exponencial entre nuestros jóvenes, tanto como agresores como sobre todo víctimas de unos acontecimientos a los que es complicado hallar una explicación lógica.
Algo de culpa tendremos todos. Los medios de comunicación no podemos quedar al margen y deberemos hacer un replanteamiento del tratamiento que merecen este tipo de noticias, pero deben ser los responsables públicos los que desde su responsabilidad tomen las medidas oportunas para que hechos como el ocurrido en Arriate en estos días sean actos extraordinarios como hasta ahora y no amenacen con convertirse en algo cotidiano que pueda llegar a dejarnos indiferentes.
Sacar algo positivo de un hecho como este es prácticamente imposible pero intentando ser optimistas hay que felicitarse por el trabajo realizado por Guardia Civil, Policía Local de Arriate y miembros del Parque de Bomberos, que han conseguido localizar con rapidez el cuerpo de la joven y reducir el sufrimiento de una familia que ha demostrado una entereza y un comportamiento ejemplar en tan duro trance para ellos, y a los que damos nuestras más sinceras condolencias.
