Llegan decenas de adhesiones para apoyar a los agricultores en las dos jornadas de paro que han convocado ante la situación de “ruina” que aseguran que están viviendo. Todo esto está muy bien y es de obligado cumplimiento, pero lo cierto es que desde hace años muchos de los que ahora les apoyan les dieron la espalda o miraron hacia otro lado cuando planteaban sus problemas.
Los agricultores y ganaderos llevan años en crisis, gritando en un desierto en el que nadie les ha querido escuchar. Ahora, cuando se vuelve la mirada hacia este sector como una posible alternativa ante el derrumbe de los grandes pilares de la economía, los agricultores y ganaderos no pueden aguantar más. Su situación es insostenible y los precios a los que se pagan sus productos son más que ridículos. Digamos que trabajar para peder no es nada lógico, y tenerlo que hacer con una clara competencia desleal, tampoco es razonable. Jugar en un mismo tablero con diferentes reglas es una clara trampa, y eso le ocurre a un sector al que se le imponen cientos de normas para velar por nuestra salud y la calidad sanitaria de los productos agrícolas, mientras en terceros países nadie quiere saber nada. Eso sí, sus productos se pueden vender con normalidad en nuestros mercados.
En definitiva, ya no vale con gestos, palabras o comunicados de apoyo de los diferentes partidos políticos. Toca un intervención sería y consensuada para salvar a un sector tradicional de una ruina que tienen delante a escasos metros. Van directos al precipicio y nadie hace nada serio para evitarlo. Triste y lamentable.