Como ocurre siempre en estos casos hay opiniones encontradas y para todos los gustos a la hora de juzgar las intervenciones de los principales líderes políticos en el Debate del Estado de la Nación. Para unos se lo llevó de calle el presidente Rajoy y para otros fue Rubalcaba quien partió el bacalao en el enfrentamiento parlamentario. Puede que todos tengan razón si se lleva la pugna al reducto que a cada cual le interesa o al ideario por el que se decanta. Pero imparcialmente contemplado creo que habría que convenir que ambos contendientes pecaron de excesos en la palestra parlamentaria.
Rajoy nos abrumó con una retahíla de logros en la economía – caballo de batalla sobre la que giró su discurso – que todavía están por ver. Nos pintó una situación idílica del país que muy bien pudiera llevar a pensar que todos los problemas que hasta ahora nos han atosigado se hubieran volatizado o estuvieran en camino de evaporarse.” Ni tanto, ni tan calvo”, que se suele decir en la Serranía rondeña de mis entretelas ante las ponderaciones desmedidas.
Se aferró a datos macroeconómicos, a saber, producción nacional, renta nacional, balanza de pagos, prima de riesgos, y otros indicativos que hablan ciertamente de un cambio de tendencia. Pero es en la microeconomía, a saber, el comportamiento individual de los agentes económicos, sobre todo las pequeñas empresas y los consumidores donde realmente hacemos agua. Son las personas las que siguen padeciendo los estragos de la crisis, como se encargaron de advertirle desde las bancadas de la oposición: paro desmedido, recortes salariales y en las dotaciones para la exclusión social, congelación de las pensiones y pérdida de poder adquisitivo, sanidad deficiente…
Pero eso sí, también Rubalcaba y Cayo Lara se excedieron – el último abriendo significativa brecha por la izquierda en el PSOE – dibujando un tétrico panorama que tampoco refleja fielmente, en nuestro modesto parecer, la realidad en la que nos movemos. Porque, sea como fuere, se observa un atisbo de esperanza en lo porvenir, no se sabe bien si por la gestión de quienes dirigen el país o por las circunstancias que nos vienen dadas desde otros ámbitos europeos. O quizá sea porque abrazamos el adagio de que la esperanza es lo último que se pierde. Tal vez en este sentido venga a favorecer algo el sombrío panorama en el que nos movemos la decisión de rebajas en el IRPF para receptores de menos 12.000 euros anuales o el módico pago de 100 euros a la Seguridad Social a las empresas que abran las puertas a nuevos trabajadores o rebajas de impuestos para 12 millones de gente de a pie. Algo que anunció el Presidente sacando pecho y a sabiendas de impactar a la concurrencia.
En conclusión, se podría decir que el debate respondió a lo que se esperaba: excesiva complacencia del presidente del Gobierno y crítica acerba en demasía del secretario general de los socialistas. Que cada cual pondere a cada uno a tenor de sus preferencias.