MANUEL GIMÉNEZ RASERO
Se trata de un hombre que llegó a Ronda por primera vez a los 23 años, invitado por un amigo rondeño a quien había conocido en el servicio militar. De aquella primera visita recuerda cómo, nada más bajar del tren, se sintió abrumado por el profundo atraso de la zona. Una Andalucía donde, el aspecto de las gentes, de las calles y los edificios estaba anclado en la guerra civil.
Carlos acostumbraba a viajar al norte de España, donde el turismo incipiente empezaba a excitar las inquietudes de las gentes. Todos querían parecer europeos, admirados por su progreso industrial. Esta voluntad de realizarse iba impregnando los edificios y las maneras de la gente, hasta cambiar absolutamente el paisaje.
Pero Carlos no vio ese tipo de contagio el día que llegó a Ronda. A su juicio faltaba la ambición, entendida como sentimiento de emulación, que sí existía en el norte. Las ganas de subir.
De ambición precisamente, puede hablar Carlos Espinosa de los Monteros (Madrid, 1944). Hoy es el Alto Comisionado para la Marca España y consejero de Inditex. Fue presidente de Mercedes Benz y de Iberia, Presidente del Círculo de Empresarios y del Centro Rey Juan Carlos de la Universidad de Nueva York. Una ambición empresarial, pero también viajera y cosmopolita. Cuando terminó la universidad en Madrid voló a Chicago para estudiar en la universidad de Northwestern. Aunque hoy mucha gente considera necesario estudiar un master en el extranjero y dominar el inglés, en la España de los años sesenta poca gente se atrevía a salir de nuestro país. Chicago ya era entonces la cuna del liberalismo radical americano. Carlos sabía que aquellas ideas tenían una fuerza tal, que pronto se extenderían por medio mundo. Era importante conocerlas en profundidad y, quizá por eso, regresó a Chicago como agregado comercial del consulado cuando ya era padre de un hijo, tras ganar su oposición a técnico comercial en España.
En todos esos años, Carlos nunca dejó de regresar a Ronda, con una especie de amor doliente por la ciudad donde es maestrante -el segundo comisario de clarines de la Junta de Gobierno de la Maestranza de Ronda-.
De nuevo en ese tren que le devolvía al pasado, visitó Ronda para una reunión de la Real Maestranza. Allí le recogimos para charlar de Ronda, la juventud y el sentido de las cosas.
Lo peor que le ha pasado a Ronda en cincuenta años fue perder la Caja de Ahorros
Se trataba de un encuentro para hablar de progreso pero, cómo no empezar por aquella sensación de atraso que Carlos tuvo en su juventud y de cuánto de aquello no habría cambiado aún. Quizá, como rondeños, deberíamos habernos ofendido, pero sólo era la observación sincera y acreditada de un hombre enamorado de Ronda.
Empezamos por ahí. Carlos describió el atraso como la consecuencia de una profunda falta de cultura y de información. Toda la población vivía al margen de las inquietudes y las ambiciones de una élite mínima. Para él, no era cuestión de lo trabajador que fuera el pueblo andaluz, ni de que nos faltara ambición, era el fruto de haber cultivado durante siglos un sistema distinto de valores. Un sistema que antepone un sentido de convivencia comunitaria sobre cualquier los principios de crecimiento individual o de progreso como grupo.
A nosotros, esta idea nos recuerda mucho a los grandes rasgos culturales de lo andaluz. La intensidad de la familia, lo litúrgico de las matanzas en los cortijos, nuestro folclor, el Flamenco y la Semana Santa.
Como para que le entendamos mejor, Carlos reflexiona un instante y nos habla de D. Juan de la Rosa. Para Carlos, aquél hubiera podido ser el hombre que aupara a una élite económica rondeña que se convirtiera en motor individual de generación de riqueza para toda la región. Juan de la Rosa había desarrollado una extraordinaria estructura, a la altura de las Cajas de Ahorro de Barcelona o Madrid. Pero ésa no era su prioridad. A Juan de la Rosa le importaban mucho más los bloques de viviendas dignas y humildes para toda Ronda, o que casi todo el mundo tuviera un trabajo en el entorno de la Caja. Que se hicieran residencias para las vacaciones de los niños y los ancianos. Sufragaba cuantos eventos vecinales se organizaran en las barriadas, pero simplemente no le interesaba ser la incubadora del próximo Amancio Ortega.
El nacimiento de Unicaja –nos dice- fue en cierto modo un cambio de filosofía, como la pérdida de un padre. Paradójicamente, podría haber provocado la integración de Ronda en la economía competitiva, pero la Caja emigró a Málaga y en Ronda no quedó un banco, sino un sistema de subsidios y de patrocinio de eventos. Ahí Ronda quedó atascada en una concepción patrimonial del desarrollo. La mayor pérdida en cincuenta años.
Hay un futuro para Ronda pero quizá no haya un futuro para los rondeños
Impresiona el planteamiento de la pérdida y le preguntamos si, desde entonces, Ronda se hubiera quedado sin futuro. Para nada -nos aclara-, Ronda es un lugar para enamorar a los visitantes. Su ubicación geográfica, las imponentes vistas, el respeto que experimentan los visitantes al asomarse a su garganta y a su historia.
Con una gestión adecuada, deberán florecer las industrias del bienestar y el turismo. Pero en un mundo globalizado, no tiene sentido pretender retener en Ronda a los rondeños con cualidades para profundizar en las ciencias o las telecomunicaciones, porque esas artes ya florecen en otros lugares del mundo.
Ronda podría luchar, no obstante, por atraer a esos otros que contribuyan con sus ideas a hacer soñar a cada visitante. “Pero no confundamos – afirma para concluir- el futuro de Ronda con el de los rondeños”.
Nuestra juventud más educada, no la más preparada
Llegamos a discutir sobre los jóvenes. Se habla mucho de que nos encontramos ante la generación más preparada de nuestra historia y Carlos disiente. En su opinión, es la generación que mejor educación ha recibido y ahí se encuentra el problema: en que todo ha sido recibido, dado: la estabilidad, la tecnología, incluso el dinero para los caprichos. Es una generación que ni siquiera ha necesitado usar la imaginación. Mientras –lamenta Carlos- valores como la disciplina o el patriotismo se han diluido hasta perder relevancia. Hemos perdido disciplina e imaginación, probablemente sin que ello sea culpa de nadie. Ha sido el sino de los tiempos, que nos atrofia los sentidos desde el día en que creímos haber cumplido con la historia. Ahora nos tocará revertir. Para Carlos, la creciente necesidad de emigrar –que ha sido la regla a lo largo de toda la historia de España- quizá vuelva a despertar en la juventud la perentoria sensación de estar en deuda con nuestra tierra y nos impulse, con disciplina, a regresar y trabajar por ella.
Puede que a Ronda le toque ahora desconfiar de la memoria de su propia imagen nacida de sus sentidos acomodados, atrofiados. Para Marcel Proust, nada verdadero podía encontrarse ni en la memoria, ni en los sentidos.
La realidad me había decepcionado, porque en el momento en que la percibía mi imaginación, que era mi único órgano para gozar de la belleza, no podía aplicarse a ella, en virtud de la ley inevitable según la cual sólo podemos imaginar lo que está ausente. El presente, había sumado a los sueños de la imaginación aquello de lo que suelen estar desprovistos, la idea de existencia.
A Carlos le esperan. Nos despedimos de este hombre preclaro y sus claves de disciplina, imaginación y un cierto patriotismo. La voluntad de proyectarse sobre los sueños, sin importar que apenas hayan existido. Imaginación para desprendernos de las rémoras de un pasado cargado de atraso y, construir, pieza sobre pieza, la ciudad de los sueños de Rilke. Y la disciplina para hacerlo.
JOSE LUIS AGUILERA LUNA
Me ha encantado la entrevista. Querría poder comunicarme con el Sr. Espinosa de los Monteros.
Diego Escorza Gonzalez
Creo D. Carlos ha sido muy sincero en sus manifestaciones, fue´D.JUAN DE LA ROSA un hombre que le dedico mucho al al ladrillo y al ocio en Ronda, pero se olvido´de lo esencial la industria . Es mi opinion