Vergüenza ajena. No se puede definir de otra manera lo vivido esta semana en un prestigioso hotel rondeño. Quiero pensar que fue un cúmulo de circunstancias y no algo habitual. Quizás los nervios jugaron una mala pasada a los profesionales, pero esa no puede ser la imagen que ofrece una ciudad eminentemente turística. Mucho menos, en uno de los establecimientos emblemáticos de la ciudad.
El servicio a unos clientes no puede tardar más de una hora en poner dos pizzas y dos hamburguesas. Encima, con reiteradas equivocaciones sobre qué tipo de hamburguesa y pizza, para terminar poniendo un producto que no era el solicitado por los clientes. Todo ello, con su monumental enfado, aunque con una paciencia infinita por parte de los clientes para aguantar tanto tiempo y tantos errores. Reconozco que yo no hubiese tenido tanto aguante y me hubiese ido a alguna de las conocidas marcas de comida rápida.
No puede ser que el servicio no esté a la altura del nivel que se presume a este tipo de establecimientos, ni tampoco que los camareros tengan dificultades para atender un nivel de inglés básico. Alguien tiene que ser capaz de desentramar si el cliente quiere queso o no. Es una cuestión demasiado simple para no entenderla.
Después de la vergüenza ajena de las personas que estaban viendo la escena desde otra mesa, y de la propia de las personas que atendieron a los clientes, era evidente que lo estaban pasando mal, lo importante es que se corrijan este tipo de situaciones y que estas circunstancias no vuelvan a repetirse.
Una ciudad como Ronda tiene que distinguirse por un buen servicio al visitante. Si alguien se va molesto de nuestra ciudad, que sea por otra cuestión, y no por no haber sido atendida correctamente.
El turismo puede ser la gallina de los huevos de oro, de hecho es una de las fuentes mas importantes de ingreso para nuestra ciudad, pero a esa gallina hay que cuidarla, mimarla y alimentarla todos los días del año.
