Opinión

Tiempos de cambio (Antonio Sánchez Martín)

De repente, parece que toda la sociedad se ha vuelto contra el PSOE y se declara abiertamente conservadora, a tenor de los resultados de las últimas elecciones municipales que, pese al esfuerzo de los socialistas por evitar que se tradujeran en un plebiscito contra Zapatero, han supuesto un descalabro electoral en toda regla contra la política socialista y de una magnitud democrática desconocida hasta ahora. Contra los socialistas, que no contra la política de izquierdas, puesto que partidos como IU han incrementado incluso el apoyo electoral de los votantes.

Si miramos el mapa de España, del Tajo para abajo el centro derecha se ha alzado con la victoria en todas las provincias del sur de España, -antaño bastiones inexpugnables del PSOE-,  y sus respectivas capitales tienen también alcaldes del partido popular. Y eso, porque Toledo (donde José Bono tiene especial tirón) y Cuenca han permanecido fieles al PSOE, porque si no el mapa político nacional hubiera recordado al del Califato de Córdoba, cuando Abderramán III llevó sus dominio hasta las mismas riberas del Ebro.

Decía Juan Fraile, -reflexionando en ámbito local sobre los resultados de las pasadas elecciones-, “que los ciudadanos han votado con saña contra el partido socialista, y que literalmente han empujado en la espalda a los candidatos del PSOE para echarles del Ayuntamiento de Ronda y de las instituciones más cercanas”, como es la Diputación Provincial.

Y no le falta razón. Tuve la oportunidad de hablar con él tras el pleno de investidura de Mari Paz el pasado sábado y coincidimos en que la gente (-los votantes-) no tolera el engaño de los políticos. No lo toleró cuando José María Aznar quiso hacer creer que los sangrientos sucesos del 11-M fueron obra de etarras y no del terrorismo islámico (lo que suponía una clara consecuencia de su ilegítima decisión de invadir IRAK sin el consentimiento del Congreso de los Diputados), y tampoco Ronda ha tolerado el engaño de Marín Lara en la pasada legislatura y los votantes han castigado su burla llevándose por delante al resto de la candidatura socialista, sin distinción.

Tampoco ahora, que se conocen las consecuencias de la crisis, los votantes han tolerado el engaño de Zapatero ni las mentiras de sus ministros sobre si se apreciaban brotes verdes, o si España era la campeona de la Champions League de las economías europeas. La gente puede, -podemos-, disculpar hasta cierto punto el desacierto, pero está claro que en una sociedad donde la tecnología permite que las noticias se difundan y se contrasten de modo casi instantáneo, los ciudadanos no toleramos el engaño.

De ahí la importancia que las nuevas tecnologías, como el móvil e internet, están teniendo en la comunicación personal. Acortan distancias y en cuestión de segundos trasladan los pensamientos y opiniones de los ciudadanos a cualquier parte del mundo, convirtiendo una página web en una multitudinaria manifestación silenciosa e “invisible”, pero que actúa como un eficaz mecanismo de concienciación social que rompe el aislamiento de los ciudadanos.

Esa tecnología es la que ha permitido que protestas como la del Movimiento 15-M se multipliquen y difundan de una ciudad a otra en cuestión de horas. Las principales razones que mueven a este movimiento reformista y su millonaria lista de simpatizantes en todo el mundo, (-exceptuando a los indeseables radicales de siempre-), es la INDIGNACION ciudadana frente a los escasos mecanismos de participación política y frente a las desastrosas consecuencias sociales que está provocando el capitalismo salvaje, al que los ciudadanos piden que nuestros gobernantes pongan coto.

Hay razones sinceras y justificadas en esa indignación social, y los políticos lo saben. Esperanza Aguirre ha aceptado una propuesta del movimiento 15-M y va a proponer en la Asamblea de Madrid modificar la ley que regula los procesos electorales autonómicos para implantar el sistema de listas abiertas en su comunidad. Después podrían venir, si el movimiento perdura en sus pacíficas reivindicaciones, la limitación mandatos y una nueva ley de referéndums que permita consultar a la ciudadanía su opinión sobre las leyes de mayor calado social antes de aprobarlas.

Por fin algo está cambiando en la apatía e indiferencia de la gente, que cada vez es menos conformista. Es un aviso en toda regla al inmovilismo y a la omnipotencia de los principales partidos políticos españoles, aunque me temo que les va a costar reaccionar si no es con la presión de la calle. Si yo estuviera en el pellejo de sus dirigentes, a nivel municipal daría el primer paso en forma de un compromiso personal, me autolimitaría a ochos años mi permanencia en el cargo y permitiría que en las asambleas los militantes votaran abiertamente a los candidatos del partido.

Espero que los cambios continúen y que los ciudadanos regresen a las urnas para expresar sus opiniones. Que aprendamos a huir de obsoletos banderazgos de izquierdas y derechas. OPINAR ABIERTAMENTE Y PARTICIPAR es el mejor antídoto contra la corrupción y la incompetencia de los políticos. Ya hemos aprendido a rebelarnos y a castigar a los gobernantes cuando ellos mienten, ahora nos toca ser exigentes con nosotros mismos y participar en las asociaciones y partidos para hacer oír nuestras opiniones. De nuestro compromiso con la defensa de la democracia dependerá la sociedad que consigamos dejarles a nuestros hijos.


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