Opinión

Con multas se arregla (Manuel García Hidalgo)

He contemplado atónito cómo un policía municipal ponía una multa de 200 euros a un señor porque paró su coche 10 segundos en una calle rondeña para subir a una mujer que esperaba en la acera; El acto punible según la multa, fue la interrupción del tráfico, a nivel individual creo más bien que fue por tocarle el orgullo al policía, que para eso además de ser joven es policía y ya se sabe que a tempranas edades el orgullo aflora demasiado. Personado el denunciado en recaudación para alegar, resultó ser uno de los muchos que allí había para hacer lo propio, víctimas de la maquinaría recaudatoria del ayuntamiento en el que hay instrucciones de recaudar a costa del motivo que sea. Aunque este sistema de recaudación es confidencial dentro del mismo ayuntamiento, es público y notorio, ya se sabe, los secretos son cosas que las sabe todo el mundo auque antes de contarlos se pide juramento de que no se entere nadie y con esa limitación lo cuentan los mismos policías y se entera hasta el gato.

 

Esta actitud aunque sea de un ayuntamiento es muy poco solidaria, indiscreta, insensata, temeraria, negligente y muchas cosas más, pero sobre todo injusta. ¿Quien es el responsable de este abuso?, no losé, pero seguro que pronto aparecerá cuando pida su voto para la próxima legislatura.

Decía Jean-Jacques Rousseau en su clásico de la literatura El Contrato Social, que “En todos los gobiernos del mundo, la persona pública no produce. ¿De dónde viene, pues, la sustancia consumida? Del trabajo de sus miembros. Lo superfluo de los particulares es lo que produce lo necesario de lo público, de lo que se deduce que el estado civil no puede subsistir más que cuando el trabajo de los hombres produce por encima de sus necesidades”.

La inactividad que estamos contemplando, que se palpa en la calle, implica una caída en la producción por falta de inversión y trabajo. Es evidente que el consumo ha decaído enormemente por motivos de la crisis y es más, la carga a cuenta de las arcas del estado está creciendo geométricamente porque cada nuevo parado pasa a depender del estado como si fuera uno más de los infinitos funcionarios que existen en España, incluidos los miles de conductores de coches oficiales existentes en la Junta de Andalucía. Los responsables hacen profecías gratuitas a corto plazo diciendo que el paro va a empezar a disminuir, no se sabe en base a qué osan decir tales cosas, hombre, será más bien por las ganas que tienen, más que de crear nuevos puestos que de no perder los suyos. “Aquí para un moro tos cristianos”, lo cierto es que la bicicleta sigue sin caerse, digo la bicicleta por establecer un parangón con un ejemplo característico, utilizado en física mecánica para explicar el equilibrio inestable. Mientras haya movimiento se mantiene y cuando se pare se cae. No con esto animo a los profetas a seguir en su línea sino a que se tiren al arcén antes que la velocidad aumente y el porrazo sea mayor. Como ley universal habrá que dar por bueno que las cosas seguirán empeorando mientras puedan empeorar y después como única opción, mejorarán.

Vista la cosa por pasiva, nos ha estado ocurriendo lo contrario, hemos estado creciendo y enriqueciendo a mucha velocidad en estos últimos años, las fábricas de Mercedes, Porches y Bmw, no daban abasto, era imposible más y mejor y, ¿Cómo se consigue que las cosas vengan a su cauce?. La solución ha venido sin quererla, la crisis.

Para las personas que están sufriendo dificultades más o menos importantes, seguramente aprovecharán la crisis para instaurar en ella un centro vital alrededor del cual pueden reorganizar sus valores y expectativas, y configurar una vida más grata en el futuro que les permita disfrutar de cosas sencillas a las que antes no daban importancia. A nivel personal las dificultad ayudan a la maduración de la personalidad, y la mejora en las relaciones con otras personas, el aumento de la solidaridad y el desarrollo de la capacidad para ponerse en la piel de los otros.

Es evidente que la crisis ofrece a todo el que la sufre y la padece la oportunidad de reconsiderar muchas clarividencias que después han resultado no ser tan claras y por último la ocasión de encontrar la oportunidad en la redistribución de la riqueza.

Definitivamente los que utilizan el desprestigio para prestigiarse, tienen en la crisis una oportunidad de oro para culpar a cualquier cristiano que no supo a priori ver con sus ojos lo que yo a posteriori veo con los míos o para decir al vecino cuando su carro se haya roto por donde no debería haber pasado.

Súmese a esta equivocación una sistemática infravaloración del talento de otros partidos o grupos de gente, que no por sus deméritos sino por culpa de la crisis no han dado los frutos que se esperaba de ellos.

Para el que no haya conseguido tomar ventaja de la crisis, podrá reconfortarse pensando que es un privilegio haber vivido una vida difícil.


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