El Festival de Cine Político se convirtió en el proyecto estrella del equipo de gobierno en Fitur, la Feria Internacional de Turismo. De hecho, fue el único que se presentó. Desde estas páginas aplaudimos la iniciativa, a la vez que mostramos cierto escepticismo sobre el resultado final de la aventura. Pues bien, a un día de la finalización de la primera edición, la criatura, a pesar de su corta vida, puede considerarse como un bebé sano. Y es que Ronda ha congregado a algunos de los directores más importantes del cine más alejado de los circuitos comerciales. Documentalistas que van allá donde está prohibido ir, como señaló la cineasta Simone Bitton, y realizadores que a través de la ficción ponen en tela de juicio aquellas aristas de la sociedad que, por incómodas, suelen esquivarse en los grandes medios de comunicación.
Además, cientos de estudiantes rondeños y universitarios de diversos lugares han tenido la oportunidad de acercarse a los artífices de las películas e intercambiar su punto de vista con ellos.
Y todo ha podido sacarse adelante ‘in extremis’, bordeando la cancelación del evento por los problemas económicos que sufren las arcas municipales.
Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, y es que el evento no ha tenido la suficiente repercusión mediática más allá de nuestra ciudad, si bien es cierto que la naturaleza de este cine, alejado de alfombras rojas y caras guapas, no suele estar precisamente en el centro de los focos. Por otro lado, también han existido ciertos desajustes en el seno de la organización, aunque por pequeños y por la precipitación con que se han tenido que ultimar los detalles no han conseguido empañarlo.
Ahora sólo queda saber si vendrán futuras ediciones, como es el deseo de organizadores y Ayuntamiento, aunque el horizonte no es muy alentador. 500.000 euros, lo que ha costado el festival, no se consiguen todos los días, y menos en los tiempos que corren.
