Me comenta un amigo y lector de este periódico: “Jose, deberías escribir sobre los carriles. Si recuerdas cuando éramos jóvenes utilizábamos los carriles para lo que tú ya sabes, le pedíamos prestado el coche a nuestros padres para esas necesidades. Hoy en día lo utilizan los jóvenes para hacer botellonas, en las que hay algo más que alcohol, poner la música a todo volumen y para colmo dejan hasta los desperdicios de las pizzas tirados en los carriles, que la cosa ya no es como era antes, que tiempos ¿te acuerdas?”
Así no me extraña para nada ver lo que pasa hoy día, que salen las noticias de que la natalidad ha descendido por primera vez en diez años. ¿Cómo no va a bajar la natalidad? Si los jóvenes se dedican a otros menesteres en vez de utilizar los carriles para lo que se ha utilizado desde que existen estos y los coches para poder llegar a ellos.
Y ya no sólo por la natalidad, que es necesario que nazcan niños para poder jubilarnos nosotros algún día, es que lo de carrilear servía para mucho más que todo eso, a saber:
– Podríamos saber, sin ningún género de dudas, los carriles que estaban en condiciones. No hacía falta patrulla verde, comentabas entre tus amigos el estado de los carriles diciéndoles “¡no vayas a este carril que tiene unos socavones que no veas!” pasando esta información de unos a otros, finalmente el carril lo arreglaba el ayuntamiento por el bien de todos los ciudadanos, amén de beneficiarse de ello los jóvenes.
– También servía para probar los coches, ahora los vehículos no te aguantan nada, pero es porque no pasan las pruebas que hacían antes a los Renault 5, Seat 127 o el imprescindible Ford Fiesta. Si un coche iba bien por los carriles pasaban la voz y el típico “que buenos amortiguadores tiene este coche”. Igualito que los de ahora.
