Opinión

“Sólbese” el que pueda

Antonio Sánchez Martín.

A estas alturas muy pocos dudan ya que estamos inmersos en plena crisis. Incluso hay quienes anticipan una prolongada recesión de nuestra economía, que ha perdido dos de sus principales motores: con la construcción estancada y el turismo en franco retroceso. La pregunta que todos nos hacemos ahora es si ya hemos tocado fondo y por cuanto tiempo más se prolongará esta situación.

Mientras, desde el otro lado del atlántico llegan voces alarmantes advirtiendo que estamos inmersos en la crisis más grave desde la II Guerra Mundial.

Afirmaciones que producen un escalofrío, porque si eso sucede allá, con la economía más flexible y diversificada del mundo, ¿qué pasará aquí en España?

Hace ya más de un año que estalló el escándalo de las -hipotecas basura- y desde entonces el desplome parece no tocar fondo. La sensación de crisis se agrava por días, y si hace poco las quiebras de entidades bancarias americanas eran puntuales, ahora la crisis ha saltado a Europa. Incluso hace unos días, el mismísimo Presidente de los EE.UU., dada la gravedad de la situación, imploraba a sus congresistas que aprobaran un plan urgente para intentar estabilizar la situación financiera antes de que se les vaya de las manos y sus imprevisibles consecuencias sean catastróficas.  

En tan negro panorama resalta el optimismo de nuestro Presidente Zapatero, que afirmaba en Nueva York que “el sistema financiero español es el más sólido de la comunidad internacional”. Bravo, un presidente de gobierno no puede ser pesimista aunque se hunda la patria, y además está muy bien que lo diga en la ciudad donde reside el templo del capitalismo: Wall Street. Pero  nuestro presidente debe ser el único español optimista, porque su ministro de economía, Pedro Solbes, acaba de admitir que a sus 66 años es la peor crisis económica que recuerda, aunque para calmar los ánimos asegura que el dinero que españoles tenemos depositado en los bancos está totalmente garantizado.

Sería recomendable que nuestros gobernantes fueran más modestos, y sobre todo más prudentes, porque por fuerte que sea la solidez de los bancos españoles las consecuencias de las crisis siempre son imprevisibles, y porque el déficit comercial español, las tasas de paro y la inflación de nuestro país son las más altas de la Unión Europea, datos que son tremendamente preocupantes. Es cierto que el Banco Santander acaba de anunciar que ganará este año los previstos diez mil millones de pesetas (a base de –crujir- a comisiones a los indefensos clientes) pero, ante una situación tan preocupante como la actual, sería recomendable que nuestros gobernantes tuvieran más responsabilidad y no dar la impresión de que España es inmune a los avatares de una crisis financiera internacional de semejantes proporciones.

Tampoco es la primera que vez que nuestros dirigentes presumen de la fortaleza de nuestras entidades financieras, pero en la mente de todos perdura aún el recuerdo de Banesto y Mario Conde, o casos como el de Gescartera y Forum Filatélico, donde miles de pequeños ahorradores se arruinaron porque perdieron lo poco que habían logrado reunir tras años de duros sacrificios, y eso que se suponía que nuestras autoridades monetarias vigilaban de cerca sus prácticas financieras. No es la primera vez tampoco, ni será la última, que por ejemplo se altera un balance de cuentas o se hace publicidad engañosa que nadie controla para que piquen en el anzuelo los clientes más incautos.

Dice el refrán que -cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas remojar-, y con la que está cayendo ya va siendo hora de que para evitar que la “innombrable” crisis se prolongue más de lo que pueda aguantar el sufrido bolsillo del consumidor, nuestro Gobierno tome medidas eficaces en vez de ir fanfarroneando por ahí. Posiblemente ya no sean suficientes las –bobadas- adoptadas hasta ahora para salir de ella; y me pregunto por qué el gobierno no interviene directamente sobre el precio de la gasolina, porque hace un mes el barril de crudo valía casi 150 euros y hoy no llega ni a los cien, y sin embargo las petroleras apenas han abaratado el carburante un 10 %. También me pregunto, si tan grande es nuestra dependencia del petróleo, por qué no abrimos nuevas centrales nucleares. ¿Acaso es tan difícil que un país moderno y desarrollado como España controle eficazmente los riesgos nucleares e invierta en medidas de protección radiológica? Me pregunto por qué el gobierno tampoco permite, por ejemplo, que los jóvenes que logran arrancarle una hipoteca al banco puedan pagar el IVA del piso en tres plazos, en vez de tener que soltar a -tocateja- el 7 % de cuarenta kilos (casi tres millones de las antiguas pesetas), con las que amueblarían el dormitorio, la cocina y el salón, en vez de seguir viviendo en casa de sus padres.

En fin, ideas y propuestas hay de sobra, pero lo que verdaderamente preocupa y causa una absoluta falta de confianza es que nuestro ministro de industria (-ya lo he dicho en más de una ocasión-), piense que cambiando las bombillas, circulando a paso lento o apagando el aire acondicionado saldremos antes de la crisis; algo que a estas alturas se antoja ridículo dada la gravedad de la situación. Y para los que son más optimistas y todavía no le ven las orejas al lobo, les recuerdo que el actual ministro de Hacienda es el mismo que tuvimos durante la crisis del noventa y tres… ¿Se acuerdan? Aquella que provocó que a Felipe González los currantes le hicieran una huelga general y que el PSOE perdiera las siguientes elecciones generales. Mientras tanto, que no cunda el pánico y –“sólbese” el que pueda.


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